Hoy quería contarles una buena historia, en uno de los tantos viajes que hacemos hacia Capital Federal por la Autopista Panamericana o RN9 (Acceso Norte)… yo voy mirando el paisaje por la ventanilla y en el primer peaje que debemos aminorar la marcha veo un cartel que me llama mucho la atención: dice CAMINO REAL; a lo que mi gran curiosidad y búsqueda de información y mi gusto por la geografía e historia se sumaron, dando este post que voy a compartir con ustedes.
¿Qué es el «Camino Real»?
El Camino Real al Alto Perú es conocido como el “Camino de la Historia” y continúa vivo y presente hoy más que nunca debido a un gran interés en las comunidades que lo fueron hilvanando, poniendo en valor a esta vía principal que forma parte del Patrimonio Cultural del país, fue el eje de la vida, el intercambio comercial y el desarrollo económico tanto en las últimas décadas y centurias de la América española como durante su emancipación.
El pago estaba atravesado por tres caminos: el primitivo, el antiguo y el nuevo ó Real. El segundo de ellos, era el más cercano al Paraná y preferido por los contrabandistas. En 1663, el gobernador José Martínez de Salazar mandó cerrarlo en pos de la seguridad territorial y como garantía del control de mercaderías y ordenó que las carretas sólo pasaran por la “Guardia de Luján”. El camino antiguo no fue abandonado, sino que quedó circunspecto a quienes deseaban eludir los controles.
La mayor parte de la ruta se ha perdido. Solo se conservan algunas secciones.
El recorrido comenzaba en la actual “Avenida Rivadavia” de la ciudad de Buenos Aires, es una de las más importantes arterias de la ciudad de Buenos Aires y del oeste del Gran Buenos Aires, Argentina. Durante el transcurso del siglo XVIII la actual avenida sufrió varios cambios de nombre: hacia 1782 se la conoció como “Calle de Las Torres” o de “Los Reynos Del Arriba”, más tarde se la denominó “calle Plata” y en su extensión, fuera del ámbito urbano fue el llamado “Camino Real del Oeste”, que extendía su recorrido desde la ciudad de Buenos Aires, pasando por Luján, hasta la ciudad de Mendoza.
Se conoce como Camino Real a la ruta que enlazaba el puerto de Buenos Aires con el Alto Perú (actual Bolivia), hasta la ciudad de Lima durante los tiempos del Virreinato del Perú y del Virreinato del Río de la Plata.
El Virreinato del Perú creado en 1542 (la línea roja señala el Camino Real que unía Lima con Buenos Aires pasando por Potosí).
En Perú era el “Camino del Inca” (Qhapac Ñan) y en el Río de la Plata sería conocido desde el Virreinato como el “Camino Real al Alto Perú”, o también “Carrera de Postas”, comunicó ambas vertientes oceánicas en Sudamérica recorriendo una distancia de más de 4.500 km, ya desde el siglo XVI.
Fue instituido en 1663, por orden del capitán general de la Gobernación del Río de la Plata y presidente de la Real Audiencia de Buenos Aires José Martínez de Salazar con dos vías principales: el Camino Real del Perú que seguía en líneas generales el itinerario de la actual Ruta Nacional 9 de la Argentina y el Camino Real del Oeste en dirección a Cuyo y que recorría un trazado similar a la Ruta Nacional 7 (Carretera Libertador General San Martín).
Hoy, algunos tramos del Camino Real han desaparecido, otras partes son intransitables y muchos trechos parecen caminos secundarios que atraviesan los campos.
Para hacerse una idea de la dimensión de las distancias de este Camino Real podemos hacer una comparación con la ruta Madrid-París de 1.200 km, añadiéndole otra más, por ejemplo París-Moscú, de algo más de 2.800 km, que sumadas sobrepasan ligeramente los 4.000 km en total; y aún quedarían otros 500 km para igualar al imponente Camino Real entre Lima y Buenos Aires.
Desde el puerto de Buenos Aires se trazó una red vial hasta el Alto Perú. Esto significó conectar el Virreinato del Río de la Plata para el correo y el comercio, principalmente.
La conexión se logró por primera vez en 1545, cuando la expedición iniciada desde el norteño Cuzco por Diego de Rojas y finalizada por Francisco de Mendoza, llegó a los restos del Fuerte Sancti Spíritus en el Río de la Plata.
Aunque Buenos Aires había sido fundada en 1536 por Pedro de Mendoza, el cual había llegado desde España con una expedición de más de 1.500 personas, fue abandonada en 1540 y la capital se había trasladado e instalado en Asunción, Paraguay, en 1541.
El precursor en promover la ruta del Camino Real fue el oidor de la Audiencia de Charcas, Juan de Matienzo en su libro “Gobierno del Perú” de 1567, en las que describió las jornadas necesarias para transitar entre la «Ciudad de La Plata» (Chuquisaca, Sucre) y el Río de la Plata, proponiendo fundar pueblos de españoles entre ambas.
Hasta esa fecha ya se habían fundado desde el Camino del Inca en la hoy Bolivia, las ciudades de Tupiza (1536), La Plata (Chuquisaca, Sucre, 1538) y Potosí (1545) y en la hoy Argentina Santiago del Estero (1553) y San Miguel de Tucumán (1565).
El Virrey de Perú, Francisco Álvarez de Toledo, con el objetivo de poblar la región de Tucumán para crear un acceso al Océano Atlántico, le encomendó entonces en 1573 a Jerónimo Luis de Cabrera encontrar un lugar estratégico en el Camino Real que ya unía Lima y Potosí para conectarlo con el Río de la Plata. Aunque llegó más lejos de lo ordenado, en esa expedición fundó la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía (1573).
Pocos años más tarde, en 1580, se fundó definitivamente la ciudad de Buenos Aires, y desde la Gobernación del Río de la Plata, fue Rodrigo Ortiz de Zárate, el que en 1586 abrió el camino de vuelta a la ciudad de Córdoba.
Este increíble Camino Real, conectaba la enorme Audiencia y Cancillería Real de la Plata, Provincia de los Charcas, que fue creado el 4 de septiembre de 1559 dentro del Virreinato del Perú al que perteneció hasta 1776. Tenía una extensa jurisdicción con costas en el Pacífico y el Atlántico. En dicho año se crearía el Virreinato del Río de La Plata, incorporando también parte del territorio de esta enorme Real Audiencia.
La sede y capital de la Audiencia fue la ciudad de Chuquisaca, renombrada Villa de La Plata de la Nueva Toledo por los españoles, y quedando finalmente denominada como Sucre desde 1839.
En la articulación del territorio acontecida en América a partir del siglo XVI se aprovecharon algunos de los trazados prehispánicos y se construyeron nuevos tramos que hicieran seguro el tránsito de personas, objetos e ideas.
Numerosas infraestructuras construyeron los españoles, tanto en el antiguo Camino del Inca, como en las llanuras de la Pampa, algunas de las cuales, de las que se conservan, mencionamos algunas a continuación.
En la región de Córdoba y antes de llegar a su capital, se conservan de forma excelente algunos de los lugares y postas que formaron parte del Camino Real. La historia de Córdoba se encuentra a lo largo de este camino, pasando por las Capillas y Estancias Jesuitas construidas, casi todas, entre 1590 y 1767.
Al sur de la ciudad de Córdoba, desde finales del siglo XVII se podía encontrar la posta de Saladillo de Ruy Díaz. Esta posta era importante porque viniendo desde Buenos Aires, el Camino Real se bifurcaba. Uno era el Camino Real del Oeste en dirección a Cuyo, que pasaba por Mendoza y finalizaba en la costa de Chile, cruzando por el Puente del Inca; utilizando la traza de la Ruta Nacional 7. El otro iba hacia el Norte y era el Camino Real del Perú que seguía en líneas generales el itinerario de la Ruta Nacional 9.
El camino aún puede contemplarse en lugares como Uspallata y el curiosamente llamado «Puente del Inca». Este sitio aún cuenta con poderosa aguas termales sulfatadas que, según la leyenda, eran utilizadas por la familia real para tomar baños reconstituyentes.
A estas llanuras entre Córdoba y Buenos Aires los españoles que venían desde Cuzco las llamaron pampas, que en quechua significa plano o llanura. Por extensión se denominó “pampas” a los nativos que las habitaban.
De enorme utilidad para las incipientes comunicaciones, el Camino Real posibilitó el crecimiento de las localidades intermedias entre Lima y Buenos Aires. Las vías de comunicación durante la época de control español fueron diversas, pero el itinerario más seguro y transitado fue el ya comentado, el esbozado por el Gobierno del Perú y publicado en 1567 por Juan Matienzo.
Para la región del Río de la Plata, El Camino Real que unía Buenos Aires con Lima formaba parte de una importante red Intercontinental, fundamental para su desarrollo. Se extendía a Córdoba, y desde allí a Tucumán y la Audiencia de Charcas.
En 1663 la ruta había sido elevada a la categoría de Camino Real por orden del gobernador del Río de la Plata José Martínez de Salazar y a finales de ese siglo ya se encontraba consolidado.
Inicialmente se dictaron ordenanzas de caminos reales y tambos que pasaron a llamarse posadas o ventas y mesones, reglamentando su administración, pero hasta mediados del siglo XVIII no comenzó el sistema de postas.
Antes del establecimiento de las postas, cada correo o viajero debía llevar consigo una tropilla de caballos que necesitaba para su relevo en cada jornada. A estos correos se les denominaba “propios”, puesto que eran despachados por un comerciante o una autoridad y su costo era abonado íntegramente por cada viaje.
En carreta el trayecto diario recorría 4 leguas (16 kms), y a caballo la distancia promedio que podía recorrer un jinete era de 8 leguas por día (32 kms). Estos tiempos significan que para ir de Buenos Aires a Lima a caballo se necesitaban 4 meses.
Sin embargo, en la práctica el viaje desde Buenos Aires a Lima o a la inversa de un chasqui (mensajero) a caballo del servicio de correos, lo podía hacer en un tiempo de entre 30 y 40 días, a razón de 30 leguas diarias. Este tiempo extraordinario para la época sólo se pudo lograr por la existencia del Camino Real.
«La Argentina se hizo a caballo».
Repetida muy a menudo, esta frase cobra todo su significado cuando se observa la vida cotidiana,
a través de los caminos de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
¿Pero, que tienen que ver los caballos con el correo y con éste famoso “Camino Real”?
El servicio de correos tuvo su prueba de fuego en 1816, su aceitado funcionamiento permitió que la noticia de la Declaración de la Independencia se conociera en Buenos Aires en apenas unos días, gracias a los chasquis o postillones (eran los mensajeros del imperio incaico).
Hoy es muy sencillo pensar en los medios de comunicación, pero para la época, transmitir una noticia de un pueblo al otro era realmente un desafío que pocos se animaban a enfrentar.
Sin embargo, siempre hay un héroe y en este caso fue el Teniente Cayetano Grimau quien se encargó de llevar la noticia de la Independencia hasta Buenos Aires, ya que el acta se había firmado en la casa de Tucumán.
El hombre, con valentía de acero, cabalgó durante nueve días y llevó el documento dentro de un cuero de cabrito cosido y lacrado. Hasta ahí, todo bien…. Pero, ¿qué pasaba con el resto del país?
Todos los demás se enteraron mediante copias del Acta de la Independencia que se enviaron a través de Chasquis. El Congreso imprimió 3.000 ejemplares, de los cuales la mitad estaban escritas en castellano, 1.000 en Quechua y 500 en Aymará, la lengua local.