Las Islas Malvinas comienzan por conocerse cuando el tripulante de la Nave San Antonio, Esteban Gómez, tripulante de la expedición de Magallanes, que intentaba encontrar un paso más corto para desertar y al cambiar el rumbo de la nave avistó un grupo de islas «jamas vistas» bautizándolas con el nombre de «San Antón». Según como era la delimitación de las tierras de las bulas papales, las Islas pertenecían a España, sin embargo, tanto los navegantes ingleses, como los holandeses y franceses, llegaron a las islas en diferentes oportunidades.
La historia nos indica muchos nombres de los posibles descubridores de las Malvinas, pero estas no fueron convenientemente documentadas. Tal el caso de Américo Vespucio, a quien prestigiosos historiadores, lo ubican como quien descubrió y localizó las Malvinas el 7 de abril de 1502.
Vespucio fue incorporado a la expedición por el Rey D. Manuel de Portugal, para que determinara el cálculo de la longitud geográfica del lugar de la costa por donde pasaba la línea de demarcación del Tratado de Tordesillas, con la esperanza de obtener mayor territorio y ver de descubrir una nueva ruta a las Molucas que acortara los viajes pioneros que realizaban vía África.
El 15 de febrero de 1502 y hasta el 15 de abril, Vespucio asumió el mando de la expedición al ingresar ésta en jurisdicción de España. El 7 de abril, en medio de una tormenta avistó una nueva tierra, pero por las inclemencias del tiempo continuó camino a Portugal.
Tal vez por el secreto de la expedición, la cual debía navegar por jurisdicción española, no se dio a conocer la documentación fehaciente sobre el descubrimiento de las Malvinas por Vespucio en 1502.
El 22 de mayo de 1512, se designó a Andrés de San Martín –apoderado de Vespucio y también experto cosmógrafo y cartógrafo-, como piloto de la Casa de Contratación y, por Real Cédula del 24 de julio de 1512, se lo autorizó a sacar copias del Padrón Real de la Casa de Contratación.
Armada la expedición española de Hernando de Magallanes con el objeto de encontrar una ruta a las Molucas por el Atlántico Sur, en razón de sus conocimientos, se incorporó a su expedición a Andrés de San Martín y lo designó piloto de la nave principal, la San Antonio, cargo a compartir con el piloto Juan Rodríguez de Mafra, pues él era indispensable por sus conocimientos de cosmografía, cartografía y coordenadas geográficas. La expedición zarpó el 20 de septiembre de 1519 de Sanlúcar de Barrameda y arribó el 31 de marzo de 1520 al puerto patagónico de San Julián. Invernando en el puerto de San Julián, San Martín estuvo ocupado en el cálculo de tablas náuticas en la determinación de la longitud geográfica y latitud del puerto.
En julio de 1520, la nave San Antonio de la expedición española de Magallanes, al mando del piloto portugués Álvaro da Mesquita, primo de Magallanes, partió del puerto San Julián y se dirigió a las que serían las Islas Malvinas, a donde llegó el 28 de julio conduciendo al cartógrafo sevillano Andrés de San Martín, que tendría información de la localización de las islas que le habría dado Vespucio, y durante el mes de agosto, llevó a cabo el que hasta ahora, se conoce como el primer mapa de las Malvinas.
El mismo permaneció desconocido hasta 1982, en que Roger Hervé, Conservador honorario en el Departamento de Cartas y Planos de la Biblioteca Nacional de París, lo publicó en un estudio de su autoría, en el que da a conocer un manuscrito francés de 1586, en el que se encuentra un plano de las Islas Malvinas bajo el nombre de “Les Isles de Sanson ou des Geantz” (Las islas de Sanson o Geantz).
Hervé, al darse cuenta de la entidad del mapa en la disputa de la Argentina con Gran Bretaña en el año del conflicto, envió su estudio al erudito historiador uruguayo Rolando A. Laguarda Trías quien, consciente de la importancia del descubrimiento del primer mapa fehaciente de las Malvinas de 1520, convencido de que el mismo consolida el inalienable derecho de la Argentina a la soberanía del archipiélago de las Malvinas, realizó de inmediato un estudio: “Nave española descubre las Islas Malvinas en 1520”, que publicó en una reducida edición.
Laguarda Trías, quien envió su estudio a la Academia Nacional de Geografía de la Argentina en septiembre de 1983, menciona que “el presente estudio crítico, muestra en forma indubitable la prioridad de la soberanía española. Todo ello invalida totalmente los presuntos y tardíos descubrimientos de otras naciones rezagadas; todo ello confirma que, por ser Argentina, heredera legítima de los derechos territoriales de España en esta parte de América, le corresponde de hecho y derecho, sin ningún género de dudas ni clase alguna de cortapisas, la soberanía absoluta e indiscutible de las islas Sansón-Malvinas”.
Como conclusión podemos decir que las Islas Malvinas fueron descubiertas por Américo Vespucio el 7 de abril de 1502, oportunidad en la que las localizó e incluyó en sus cartas. El primer mapa de las Malvinas de 1520, de la expedición española de Hernando de Magallanes, realizado por el cartógrafo sevillano Andrés de San Martín, enviado por España para documentar sus posesiones, es la prueba del descubrimiento y destruye la falaz pretensión británica de su descubrimiento.
Luis Vernet y la historia de la reafirmación de nuestros derechos en Malvinas
El último gobernador de las Malvinas, antes que los ingleses las usurparan, era alemán. La fecha de su nombramiento como comandante político y militar, un 10 de junio de 1829, fue la elegida para conmemorar el «Día de los Derechos Argentinos» sobre el archipiélago. Esta es la historia de Luis Vernet, un hombre singular que protagonizó una historia muy particular.
«En la proa podía divisarse a un tripulante, bajo de estatura, cuya poblada barba y cabellos castaños, zarandeaba a gusto la fresca brisa del mar. Presentaba la típica imagen de aquellos hombres del oeste americano, conquistadores de las dilatadas llanuras que baña el Misisipi; un verdadero self-made man, activo, inteligente, emprendedor, tenaz, muy tenaz, iba a demostrar en el curso de su existencia poseer una honestidad acrisolada. Aquel hombre era Luis Elías Vernet».
Nació en Hamburgo el 6 de marzo de 1791. Pertenecía a una familia francesa que debió dejar el país por cuestiones religiosas. Siendo adolescente, fue enviado a Filadelfia a trabajar en una empresa química de capitales alemanes, Bucker & Krumbhaar. Con el tiempo se desempeñaría como administrador de cargas navieras.
Luego de realizar varios viajes en distintos buques, en 1817 se radicó en Buenos Aires. Luego de una frustrada asociación con un alemán llamado Conrado Rücker, se asoció con Luis Pacheco, un capitán de Blandengues retirado, y comenzó a navegar hacia el sur.
Conoció las Islas Malvinas y decidió fundar una colonia. Si bien fracasó en un primer intento, lo lograría más tarde. Interesó de su proyecto al gobierno, quien le otorgó la concesión para el aprovechamiento del ganado vacuno y lobos marinos en la Isla Soledad.
El 17 de agosto de 1819 se casó con la uruguaya María Sáez, que había nacido en 1800. La boda fue oficiada por Julián Segundo de Agüero en la Iglesia de la Merced.
A partir de los planes que le había presentado al gobierno para desarrollar la colonización del archipiélago austral, el 10 de junio de 1829 se oficializó su nombramiento de comandante político y militar. Tenía como atribuciones «observar por la población de dichas islas, las leyes de la República, y cuidar en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios», según establecía el decreto firmado por Martín Rodríguez y Salvador María del Carril.
En agosto de 1829 se embarcó hacia las islas. Llevó a su esposa y a sus tres hijos, Emilio, Luisa y Sofía. Allí nacería, el 5 de febrero de 1830, la cuarta, Malvina. Tendrían tres hijos más, Gustavo, Carlos y Federico. Se dice que Malvina fue la primera persona en llevar este nombre en el país. También formarían parte de la colonia su hermano, Emilio Vernet, y su cuñado, Loreto Sáez.
El 15 de julio, día que Vernet y 23 familias arribaron a las islas, su esposa anotó en su diario: «Llegué a las casas y lo primero que vi fue una infinidad de negras chicas y grandes. Salieron a recibirnos haciendo las mismas demostraciones de contento que los negros».
Le había solicitado al gobierno que por 30 años los colonos estuvieran exentos de pagar impuestos y que debían poseer derechos exclusivos de pesca tanto en las costas de las islas como en Tierra del Fuego. El gobernador Manuel Dorrego accedió a tales peticiones.
Pobló el archipiélago con colonos santafecinos, entrerrianos, cordobeses, santiagueños y bonaerenses, además de franceses, ingleses y de varios países del continente americano. Se llevaron también a esclavos con la promesa de libertad luego de una década de trabajo y un grupo de tehuelches. Su guía era un ex convicto.
Con el tiempo construyó un barco, llamado El Águila, que hasta llegó a Brasil transportando carne salada y cuero.
El pueblo no excedía la media milla. Vernet y su familia vivían en una larga casa solo de planta baja, de paredes de piedra, que incluía una huerta y cuyas ventanas de las habitaciones daban a la bahía. La casa sobrevivió por décadas. Las ruinas del fuerte español se habían adaptado como corral y en los alrededores convivían el genovés Julio Grassi, encargado de la salazón del pescado y cerca del muelle se encontraba el almacén de Guillermo Dickson. El villorrio contaba con un cirujano, un herrero y un pedrero, entre otros.
Lo que desvelaba a Vernet era no poder controlar la pesca. No disponía de buques para ello. Los loberos y los balleneros eran un problema, porque se negaban a pagar los derechos correspondientes. Vernet y los suyos hacían lo que podían, y Buenos Aires no le enviaba la ayuda que solicitaba, haciendo a la situación más apremiante.
Logró detener a dos buques norteamericanos y, si bien uno pudo escapar, dando cuenta a su gobierno del incidente, los otros dos fueron detenidos por Vernet. Este, a bordo de uno de ellos, la goleta Harriet, con la carga incautada, se dirigió a Buenos Aires, ya que pretendía someter el caso al Tribunal de Presas. Dejó a cargo a su segundo, Enrique Meteaf. No se imaginaba que ya no volvería más a las islas. El cónsul norteamericano protestó y desconoció el reclamo argentino. Hasta puso en duda la soberanía argentina del archipiélago. Exigió indemnizaciones y reparaciones del caso. Colmó la paciencia del gobernador Juan Manuel de Rosas, lo declaró persona no grata y le pidió su pasaporte.
Pero el gobierno de Estados Unidos no dejaría pasar la afrenta. En 1831 la corbeta Lexington, al mando de Silas Duncan, destruyó Puerto Soledad (también conocido como Puerto Luis) luego de engañar a los pobladores al enarbolar una bandera francesa. Destruyó el fuerte, mató animales, saqueó el lugar y detuvo a los pobladores.
El 3 de enero de 1833 las islas, siendo José María Pinedo comandante interino, fueron ocupadas por los ingleses. Vernet y su familia, luego de una estadía en Río de Janeiro, regresaron a Buenos Aires. Los apremios económicos que vivió —«esto es el infierno sobre la tierra», afirmó— no fueron obstáculo para Vernet, que siguió adelante. Tal es así que en 1841 patentó un producto que conservaba los cueros, las pieles y las maderas durante las largas travesías.
Con su familia vivió en el centro porteño, en casas situadas en la calle Florida, y en 25 de Mayo. En 1846 adquirió una quinta en San Isidro, llamada Las Acacias, desde donde podía verse la cúpula de la iglesia. En 1965 la vivienda fue reconstruida y aún pertenece a sus descendientes. Está ubicada en la calle Belgrano 839.
En 1852 viajó a Londres para pedir una indemnización por sus pérdidas en Malvinas. Reclamaba 14.295 libras esterlinas que, con los intereses, ascendía a 28.000. Luego de cinco años de trámites, el gobierno inglés le reconoció solo 2.400 libras.
Aseguran que fue el promotor del establecimiento de la comunidad alemana en nuestro país. Su esposa falleció en 1858 y él, en 1871. Está enterrado en el cementerio de La Recoleta.
El 14 de noviembre de 1973 el Congreso estableció que el 10 de junio sea el Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico Argentino. Y que ese día, y a una misma hora, sea conmemorado en escuelas. Una forma para reafirmar que las Malvinas son argentinas.
El 23 de marzo de 1984 se publicó el Decreto nacional 901/84, trasladando al 10 de junio el feriado nacional establecido para el 2 de abril por la ley de facto 22.769.
“Memora un hecho cuya celebración resulta incongruente con los sentimientos que evoca”, decía el decreto de anulación firmado por el ex presidente Raúl Alfonsín.
Además, la resolución disponía que el feriado volviera al 10 de junio por el Día de la afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas e Islas del Atlántico Sur. En el 2000 se volvió a cambiar el feriado al 2 de abril y en 2006 se declaró inamovible.
En el año 2016, los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido comenzaron un proceso de acercamiento estableciendo una relación más amistosa que en el pasado. El 26 marzo del año pasado, fue un día histórico donde muchos familiares de soldados identificados, pudieron viajar a las islas y estar en la ceremonia de descubrimiento de las nuevas placas, con sus nombres y apellidos. Este año, con un gesto inédito, el gobierno isleño fue quien invitó a los familiares de los soldados que fueron recientemente identificados, a que viajen para poder estar, llorar y honrar a sus muertos en el cementerio de Darwin.