Breve historia de las mujeres en la educación en Argentina
Probablemente haya sido durante la gobernación de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) cuando se establecieron las primeras escuelas en el actual territorio argentino. En 1609 concurrían a estos establecimientos unos 150 alumnos. Durante el siglo y medio siguiente las órdenes religiosas, principalmente franciscanos, domínicos y jesuitas, condujeron la educación primaria en las distintas regiones. Hubo algunos intentos por parte del Estado de ampliar la educación pública como por ejemplo la obligación por parte de los Cabildos de proveer con fondos públicos, de casas apropiadas a las escuelas y la admisión de un cierto número de alumnos, con certificado de pobreza expedido por el propio cabildo, a los que debía darse igual educación que a los demás. Se cobraban aranceles de un peso por mes para leer y dos pesos para leer, escribir y contar. Después de la Revolución de Mayo aumentó el interés por difundir la educación, pero fue sobre todo durante la presidencia de Sarmiento cuando se dio un verdadero impulso a la escuela estatal. Sarmiento fomentó las llamadas escuelas normales de formación de maestras, de las cuales la de Paraná fue una de las más importantes y trajo al país maestras norteamericanas para aplicar el sistema educativo vigente en los EE.UU.
Así llegaron Mary Gorman, las hermanas Dudley, Serena Frances Wood, Julia Hope, Frances Nyman, entre otras. Sarmiento las había buscado jóvenes, atractivas, de muy buen estado físico «para dar ejemplo a nuestras criollas, tan acostumbradas a estar inmóviles, asistidas por sus servidumbres».
En 1870 Serena Frances Wood, que había creado en Virginia (EE.UU.) la primera escuela para los esclavos que acababan de ser liberados tras la guerra civil, fundó en Buenos Aires la Escuela Número 1 cerca de Retiro. Murió apenas un año después, víctima de la epidemia de fiebre amarilla. Serena y sus compañeras debieron enfrentar graves dificultades para poder ejercer su vocación, no obstante, aportaron lo mejor de sí para difundir la enseñanza en la Argentina.
Señorita maestra
En nuestro país más del 90% de los maestros primarios son mujeres. Ya en 1870 Nicolás Avellaneda decía: «La experiencia ha demostrado efectivamente que la mujer es el mejor de los maestros, porque es más perseverante en la dedicación a la enseñanza, desde que no se le presentan como al hombre otras carreras para tentar su actividad o ambición y porque se halla, en fin, dotada de todas esas cualidades delicadas y comunicativas que la hacen apoderarse fácilmente de la inteligencia y de la atención de los niños». Estas apreciaciones de Avellaneda parecen confirmarse en las estadísticas. Entre 1874 y 1921 se graduaron 2.626 maestras y sólo 504 maestros.
Rosario Vera Peñaloza
Rosarito Vera nació en La Rioja en 1873. Estudió en la escuela normal de su provincia bajo la dirección de Mary Graham, una de las maestras norteamericanas convocadas por Sarmiento, y se graduó como maestra en la Escuela Normal de Paraná. A partir de allí su vida estuvo dedicada a la enseñanza y a la formación de docentes, escribiendo varios libros sobre temas educativos. Se hizo famosa a través de una canción de Félix Luna y Ariel Ramírez, cantada por Mercedes Sosa que dice, entre otras cosas: «Yo sé los sueños que sueña, Rosarito Vera, tu vocación, pide una ronda de blancos delantales frente al misterio del pizarrón».
La primera Huelga
Durante la presidencia de Roca, en 1881, se produce la primera huelga docente en la Argentina. Las maestras de la Escuela Graduada y Superior de San Luis, encabezadas por su directora, Enriqueta Lucero de Lallemant, llevaron adelante la medida de fuerza en reclamo por el atraso en el pago de sus sueldos y en contra de los recortes en los sueldos de todos los empleados públicos que se venían aplicando desde 1874 durante la presidencia de Avellaneda, que decidió enfrentar la crisis económica rebajando los sueldos y despidiendo personal estatal. A partir de entonces y hasta nuestros días, los maestros no dejarán nunca de luchar por condiciones dignas de trabajo para ellos y sus alumnos y por un salario justo que les permita vivir dignamente de su profesión.
Un artículo que no se cumplía
El artículo 5 de la Constitución Nacional estableció que «cada provincia dictará para sí una constitución… que asegure su educación primaria». Sin embargo, lo que ocurrió realmente fue que la falta de recursos provinciales llevó a que la Nación otorgara subvenciones para la construcción y mantenimiento de las escuelas. La corrupción administrativa de muchos gobiernos provinciales derivaba estos fondos, instituidos por Sarmiento en 1871, para otros fines. Denunciaba el propio Sarmiento en El Monitor de la Educación en 1881: «La señora N. Jacques, Directora del Colegio de Niñas de Santiago del Estero, se negó a firmar un recibo de 130 pesos fuertes cuando sólo le estaban dando 65, y así lo declaró en el informe del Inspector General, a causa de lo cual fue depuesta y separada de la enseñanza».
Autor: Felipe Pigna
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
Eran otros tiempos, era otra la historia…
Cuando yo era chica, ir a la escuela era tan lindo como jugar con nuestros amigos! Ni la lluvia impedía faltar a la escuela, porque era como tu segunda casa. Teníamos una mezcla de ansiedad y nerviosismo por saber cual era la «seño» y que curso nos tocaba ese año.
Las clases comenzaban para todos los niveles el 1 de Marzo y terminaban el 30 de noviembre. Había que llevar el guardapolvo planchado todos los días. Antes de entrar ibamos al kiosko que estaba cerca, sinó nos quedabamos con hambre hasta volver a casa. Al comenzar el día se cantaba la oración a la Bandera y había que tomar distancia en la fila… que emoción era ser elegidos para izar la bandera.
A principio y fin de año había revisada de cabelleras para avisar en casa que teníamos piojos y así no contagiar a nuestros compañeros. Las vacunas te las daban en la escuela, venía una enfermera y también un médico para revisión obligatoria.
Teníamos un feriado largo para Semana Santa y la maestra nos regalaba a cada uno de sus alumnos un huevo de chocolate!
Si alguna maestra te retaba (aunque no fuera la tuya) no te convenía decir nada en tu casa porque seguro te comías un castigo. Los maestros se respetaban, era como si fueran tus propios padres. Y si venía la directora al salón, no volaba ni una mosca!
Las fiestas patrias se celebraban el mismo día, aún si fuese domingo, y si, ensayábamos con mucha alegría toda la semana.
En invierno pisabamos los charcos de hielo en la calle, así con tanto frío, igual daban ganas de ir. Queríamos que las vacaciones pasaran rápido para volver a la escuela porque extrañabamos mucho a nuestros compañeros.
Los recreos eran divertidos, nadie andaba pensando en hacer cosas indebidas. Las maestras tomaban café en su sala y no nos cuidaban en el patio porque sabíamos qué podíamos y qué no. Jugabamos a la rayuela, al elástico, al trompo, las tapaditas con las figuritas, al rango, a la bolita y el Opi…
Las maestras no se enfermaban. Era algo raro también, no recuerdo que las maestras faltaran dos días seguidos y si así ocurría, nos dividían en grupos con las maestras de los otras clases.
Era un honor llevar y traer el libro de registro, buscar los mapas en la dirección, pedir tizas o tocar el timbre para el recreo. Nos turnábamos para borrar el pizarrón y sacudir los borradores y también era un honor llegar temprano a la escuela.
Cuando festejaban los cumples, nos hacían pasar adelante y todo el salón nos cantaba y nuestras madres enviaban una torta para compartir.
Había que copiar el dictado, porque así aprendíamos a no tener faltas de ortografía y buena letra. Y el que no tenía libro de texto, iba a la biblioteca pública para estudiar.
Nos enseñaban que Colón descubrió América buscando las Indias y conmemorabamos el Día de la Raza…
Qué alegría enorme, nos emocionaba mucho contarle a mamá cuando terminaba nuestra jornada que «fuimos a la bandera».
¡¡¡A fin de año esperabamos con ansias el boletín!!! Cuantos bellos recuerdos de «esa linda y humilde escuela».
En qué momento cambió todo? Cuando se perdió el rumbo?
Ahora los pibes hacen el UPD (Último Primer Día) y se emborrachan y pelean en las calles antes del horario de entrar al colegio, pretenden que les regalen las notas o tratan de sobornar a sus profesores para que los liberen de rendir la materia. Son tan soberbios que maltratan a los directivos y ni siquiera se los puede sancionar para que reflexionen. Ni hablar de hacer tareas, porque los chicos se estresan. Ya ni se levantan en horario para las clases virtuales, ni que hablar de copiar textos para hacer las tareas y preparar un acto para una fecha patria.
No sé cuándo los maestros comenzaron a enfermar para necesitar suplente y la suplente otra suplente… El trabajo digno de ser docente ahora es una salida laboral rápida, un plan médico y una carga o un dolor de cabeza. Ser docente en la escuela pública era más prestigioso y de mejor nivel que en los colegios privados.
Desde cuándo los padres o los mismos alumnos sacan su furia contra ellos y golpean a los maestros. Cuándo fue que hay que revisar los baños para que no fumen a escondidas, preguntar por las vacunas y la sexualidad pasó de ser un acto de salubridad a una discriminación o acoso.
Cuándo los próceres pasaron a ser genocidas. Cuándo un acto patrio sólo fue un feriado…
No sé cuando se perdió la escuela como institución, cuándo se perdieron los valores, el respeto, el sentido de pertenencia, y los maestros como motores de enseñanza.