El saber no ocupa lugar, pero a veces hace que el humor ‘normal’ pierda su encanto. Si no aguantas otro día más de clases, esta recopilación es para vos.
Un chiquillo se acerca a su profesor:
* Profe, profe: Jaimito me ha mandado al diablo.
– ¿Y tú qué has hecho?
* He venido a verle!
Estaba Jaimito en la escuela y la maestra le pregunta:
– Jaimito, ¿cuánto es 4+4?
* Este,… no sé, debe ser 9, ¿o no?
– Mal Jaimito, y ahora tienes 9 días fuera del colegio.
– A ver Fernandito, ¿cuánto es 10+5?
* 15 señorita.
Y la maestra responde:
– Muy bien Fernandito, por haber contestado bien tienes 15 días de vacaciones.
De pronto la maestra notó que Jaimito reía sin parar, y le preguntó:
– ¿Por que ríes tanto?
* Es que Fernandito es tonto maestra.
– ¿Por que, si el contestó correctamente?
* Es que si hubiera contestado 365, ¡se hubiera ganado todo un año de vacaciones!
Era el examen final de inglés en la facultad. Como muchos de los exámenes universitarios, su principal objetivo era eliminar a los nuevos estudiantes. El examen duraba dos horas y cada estudiante recibió su correspondiente hoja de examen con las preguntas.
El profesor era muy recto y severo, catedrático a la antigua usanza, y le dijo a toda la clase que si el examen no estaba sobre su mesa después de dos horas exactamente, no se aceptaría, y el estudiante sería suspendido.
Media hora después de empezar el examen, un estudiante entró por la puerta y le pidió una hoja de examen al profesor:
– No va a tener tiempo usted para terminarlo, dijo el profesor al dársela.
* Si que lo terminaré, contestó el estudiante.
Se sentó y empezó a escribir. Después de dos horas, el profesor pidió los exámenes, y todos los estudiantes, en ordenada fila, los entregaron. Todos menos el que había llegado tarde, que continuó escribiendo como si nada pasase.
Después de otra media hora, este último estudiante se acercó a la mesa donde se encontraba el profesor sentado leyendo un libro. En el instante en que intentó poner su examen encima del montón, dijo el profesor al alumno:
– Ni lo intente. No puedo aceptar eso. Ha terminado tarde.
El estudiante lo miró furioso e incrédulo.
* ¿Sabe quién soy? -le preguntó-.
– No, no tengo ni la menor idea -contestó el profesor en tono de voz sarcástico-.
* ¿Sabe quién soy? -preguntó nuevamente el estudiante, apuntándose a su propio pecho con su dedo, y acercándose de manera intimidante-.
– No, y no me importa en absoluto -contestó el profesor con un aire de superioridad-
En ese momento, el estudiante cogió rápidamente su examen y lo metió en medio del montón, entre todos los demás.
* ¡Eso es perfecto! -exclamó-.
Y se marchó.
La profesora le dice a su peor alumno:
– Pepito, ¿no te da vergüenza ser el último de la clase?
* Alguien debe sacrificarse…
Cuatro amigos universitarios se fueron de juerga un fin de semana antes de los exámenes finales. Se lo pasaron bomba. Después de tanta fiesta, durmieron la mona todo el domingo y no volvieron a casa hasta el lunes por la mañana.
Como no habían podido estudiar, en lugar de entrar al examen final, decidieron que, cuando acabara el examen hablarían con el profesor y le explicarían la razón por la cual no habían acudido.
Le dijeron que habían ido de viaje el fin de semana y planeaban regresar para estudiar pero desafortunadamente tuvieron un reventón en el coche… No tenían herramientas y nadie les había querido ayudar. Como resultado de la aventura no llegaron a tiempo al examen.
El profesor pensó durante un rato qué hacer y acordó hacerles el examen al día siguiente.
Los cuatro amigos estaban eufóricos. Estudiaron toda la noche y se presentaron al examen a la mañana siguiente. El profesor les puso en aulas separadas y le entregó a cada uno su examen. Vieron el primer problema, valía 3 puntos y era muy fácil.
¡Joya! pensó cada uno de ellos en su clase separada. ¡Esto es una papa, re fácil!
Todos terminaron el problema y giraron el papel; en la segunda página solo había una pregunta:
Por 7 puntos: ¿Qué rueda exactamente fue la que reventó?
Jaimito llega a su casa y su mamá le pregunta:
– ¿Cómo te fue en el colegio?
Y Jaimito le responde:
* Como en el Polo Norte, todo bajo cero.
* Profe, ¿por qué me puso un cero?
– No acertaste ni una, Jaimito.
* ¡Pero si puse bien mi nombre!… ¡Entonces profe, el cero es suyo!