Fue paleontólogo, arqueólogo, historiador, iniciador en el país de la exploración arqueológica científica y el primero en realizar estudios del folklore nacional, por lo que fue llamado el “Padre de la Ciencia Folklórica”.
La palabra «folklor» fue creada por el arqueólogo inglés William John Thoms el 22 de Agosto de 1846. Etimológicamente deriva de «folk» (pueblo, gente, raza) y de «lore» (saber, ciencia) y se designa con ella el «saber popular».
Nació en Gualeguay, Entre Ríos, el 22 de agosto de 1865. Desde muy pequeño vivió con su familia en Buenos Aires. Su padre, Tomás Ambrosetti, era un acaudalado comerciante muy culto, dueño de grandes extensiones de campos en el chaco santafesino y en el territorio de Misiones. Fue Presidente del Banco Italiano del Río de La Plata, amigo de Bartolomé Mitre y como dato anecdótico sabemos que presidió una comisión que tubo por finalidad erigir el monumento a Garibaldi.
Desde el seno familiar, se buscó que Juan Bautista estudiara medicina, pero el joven desde pequeño quedó deslumbrado por los insectos, las ciencias naturales y las colecciones de objetos de todo tipo.
Corria el año 1878, Ambrosetti, con apenas trece años de edad se vinculó con el naturalista Enrique Lynch Arribálzaga (afamado entomólogo de la época) éste, con la escusa de clasificar un insecto lo presentó a a su vez a Eduardo Ladislao Holmberg, quién con el tiempo se convertiría en su suegro.
Frecuentando las reuniones semanales que se hacían en casa de Holmberg y con la cultura que su padre le había aportado, se encontró muy pronto rodeado por los más grandes hombres del arte, la ciencia y la cultura de fines de siglo XIX, “la generación del ochenta” como será conocida luego. Rafael Obligado, Eduardo Schiafino vinculado al Museo de Bellas Artes, Alberto Wiliams, Ernesto Quesada, Rubén Darío, Miguel Cané, Eduardo Wilde, Lucio V, Mansilla, el propio Holmberg y los hermanos Lynch Arribalzada, son sólo algunos de los miembros más conocidos que integraban aquellas famosas tertulias. Allí se organizaban presentaciones y conferencias, también se auspiciaban pomposas exposiciones y conciertos de gran nivel.
En 1882 Carlos Berg, Presidente de la Sociedad Científica Argentina y su secretario Carlos Bunge le comunican que fue aceptado como miembro activo de dicha institución.
Comienza una etapa de viajes y exploraciones, una de las primeras, la realizó al Chaco en 1885. El resultado de esa experiencia quedó luego inmortalizada en su famoso libro “Viaje de un maturrango” firmada con el pseudónimo de Tomás Bathata.
En la capital entrerriana, Paraná, actuó durante algunos años y publicó algunas notas de divulgación en diversos periódicos locales. Allí conoció a Pedro Scalabrini, quién contribuyera en 1884 con su colección particular a crear el Museo de Entre Ríos, Ambrosetti que participó activamente, donó algunas piezas de zoología, botánica y minerales, siendo nombrado jefe de estas secciones en tal Museo.
Por entonces, aparecen también algunas publicaciones relacionadas con su tierra natal, entre las que se destacan algunas listas zoológicas de Entre Ríos y diversas contribuciones a las tortugas fósiles.
Ambrosetti también se vincula con Moreno, Ameghino, Zebalos, etc. quienes lo alientan en sus actividades, e incluso le dan apoyo técnico financiero. Zeballos lo incorpora como bibliotecario a la Sociedad Científica, el Perito Moreno, a instancias de efectuar el segundo viaje a Misiones le aconseja viajar con un profesional dibujante y le propone la compañía de el naturalista Adolf Methfessel y luego, pese a las discrepancias entre ellos le permitirá utilizar algunas ilustraciones.
Desde los años 1885 hasta fin del siglo, Ambroseti realizó varios viajes Misiones, (tres), visita los Valles Calchaquíes, Tucumán, Mendoza, Santiago del Estero y La Pampa central. Capitaliza y acumula una importante documentación y también atesora valiosos objetos de arte nativo, que serán la base de sus grandes colecciones e inspiración de brillantes artículos.
Las mejores y más prestigiosas publicaciones científicas de la época reciben las contribuciones de Ambrosetti, además periódicos locales de Entre Ríos ya mencionados, sus notas aparecen en diarios y revistas de alcance masivo como Caras y Caretas o PBT, que incluyen algunos cuentos firmados con los pseudónimos de Bicho Moro, Fray Tetera, Tomás Bathata etc.
El viajero naturalista zoologo, mira cada vez con mayor atención y entusiasmo los objetos de arqueología por lo que su progreso en esta materia va en aumento. Con Ambrosetti comienzan en nuestro país los trabajos sistemáticos referidos a la etnografía y gracias a su constancia aparecen las primeras publicaciones científicas que desarrollan las temáticas folklóricas.
De aquellos encuentros con Eduardo L. Holmberg nació además el gran amor de su vida, que fue Elena Holmberg, que era unos cuantos años menor.
A poco de comenzar el siglo XX, Ambrosetti es una personalidad reconocida mundialmente, en 1902 participa del XIII Congreso Internacional de Americanistas en Nueva York. Desde allí viajó a Italia para cumplir con un encargo del gobierno Argentino de entregar una importante colección arqueológica.
A su regreso, en Buenos Aires, su amigo Ameghino lo designó al frente de la sección Arqueología del Museo de Historia Natural.
El Museo Etnográfico, del que fue profesor a partir de 1904 y más tarde su director, se enriquece con el aporte de su colección personal compuesta por más de 20 mil piezas.
En 1908 vuelve a Europa, esta vez como delegado del Congreso de Americanistas en Viena, su participación junto a la de su esposa logran que se consagre a Buenos Aires como cede de próximos encuentros, de manera que en 1910 se celebró en esta ciudad el Congreso Internacional de Americanistas.
Una noche de enero de 1908, la señora María Elena Holmberg de Ambrosetti revisaba unas anotaciones en el interior de su tienda de campaña, junto al morro contiguo a un pequeño poblado quebradeño, cuando repentinamente entró su esposo sumamente agitando: “¡Nelly! -le dijo abrazándola fuertemente- ¡es Troya, es Troya!”. Había descubierto la milenaria ciudad de Tilcara.
La polifacética obra de Ambrosetti, abarcó disciplinas diferentes, estudios históricos, etnográficos, lingüísticos, arqueológicos y antropológicos, en ellos nunca dejó de incluir trabajos sobre leyendas y supersticiones, lenguajes indígenas o la utilización de metales en la región norteña de nuestro país.
Pionero en el estudio del folklore nacional y primero en utilizar dicha terminología en el sentido estricto (FOLKLORE: el conjunto de tradiciones, leyendas, creencias y costumbres de carácter popular, que definen la cultura de una determinada región).
Entre sus obras se pueden citar: “Los monumentos megalíticos de Tafí del Valle (1896)”, “La civilización calchaquí”, “Los cementerios prehistóricos del Alto Paraná”, etcétera.
Fue designado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires, en 1910. Más tarde el Museo Etnográfico llevará su nombre. Lamentablemente el destino quiso que Juan B. Ambrosetti nos dejara tempranamente, a los 52 años de edad, un 28 de mayo de 1917.
Hoy, el monumento en forma de pirámide que se alza en la plaza central de las ruinas de Tilcara lo recuerda junto a su discípulo, Salvador Debenedetti.
El libro “Supersticiones y leyendas ”, que es prácticamente una compilación de algunos artículos ya aparecidos, fue publicado por Salvador Debenedetti, amigo y discípulo de Ambrosetti en 1917. Sus páginas tienen aún vigencia, es que solo él pudo dialogar con “La Pacha Mama”, “El Pombero” o “El Yasi-Yateré”.
Fuente: Aguilar H. A. 2009. Juan Bautista Ambrosetti: “el loco de los cacharros”.