En Buenos Aires, el 1º de Marzo de 1802, bajo la dirección del Dr. Cosme Argerich (1758-1820) se inaugura la Escuela Nacional de Medicina.
Cosme Mariano Argerich nació en Buenos Aires el 26 de setiembre de 1758. De muy corta edad fue enviado a España, siguiendo la carrera de medicina en Barcelona, obteniendo en 1783 el título de Medicina del Gremio y Claustro de la Real y Pontificia Universidad de Cervera (Barcelona), después de seguir los cursos con brillo.
De regreso a Buenos Aires, perteneció a la hermandad de caridad, en 1795, al hospital de mujeres y casa de huérfanas, siendo nombrado en 1800 por el gobierno peninsular para dirigir la cátedra de medicina en Buenos Aires, inaugurando sus cursos el 1º de marzo de 1802, en que empezó a funcionar la Escuela de Medicina que Argerich regenteó con sabiduría y dignidad; enseñó igualmente, química, física y botánica.
“El doctor Argerich –dice un biógrafo–, cuyos talentos y saber hicieron en su tiempo el panegírico de los literatos y la instrucción de sus profesores, concibió y ejecutó casi por sí solo el avanzado proyecto de establecer en esta ciudad una escuela de medicina. En efecto, inflamado de este celo honroso que las profesiones científicas saben inspirar a los que las ejercen, con dignidad y sabiduría, libró a sus propias fuerzas un trabajo, que en todas partes ha necesitado la cooperación de muchos profesores”.
El primer curso dictado por el doctor Argerich terminó en 1806, “produciendo los profesores que en la Guerra de la Independencia han ocupado nuestros ejércitos y llenado con gloria y honor los diferentes destinos de la medicina militar”.
Un poco de historia:
1780-1799| Primeros antecedentes: el Protomedicato de Buenos Aires
Las cuestiones vinculadas al ejercicio de la Medicina y a la defensa de la sanidad pública en Buenos Aires dependieron del Protomedicato de Lima, que tenía una delegación en Buenos Aires a cargo de un Teniente de Protomédico. El Protomedicato era una vieja institución española cuyos orígenes se remontan al Medioevo. El Tribunal del Protomedicato de Buenos Aires, cuerpo colegiado como su nombre lo indica, fue creado por el virrey Juan José de Vértiz en 1779 e inaugurado el 17 de agosto de 1780 en una audiencia en la cual el primer Protomédico, doctor Miguel Gorman, dio una alocución en latín. Funcionó precariamente hasta que fue autorizado por un Real Decreto del año 1798. Sus atribuciones eran amplias en cuanto a la dirección de la política sanitaria y el control del ejercicio profesional, y por ello se dividía en secciones tales como: el Protomedicato propiamente dicho, el Protocirujanato, el Protofarmaceuticato (o Protoboticariato), el Protoalbeitarato (que se ocupaba del control de los veterinarios) y el Protobarberato (control de los barberos y practicones). Varios años después de su creación, el Protomedicato de Buenos Aires incorporó a sus funciones la tarea de formar médicos y cirujanos. Surgió así en 1799 la Escuela de Medicina del Tribunal del Protomedicato de Buenos Aires, que inauguró sus cursos hacia 1801 (algunas fuentes hablan también de 1800 y de 1802).
En cumplimiento de una real ordenanza del 19 de julio de 1798, que autoriza al Protomedicato del Río de la Plata a enseñar medicina, el 14 de octubre de 1801, el virrey OLAGÜER Y FELIÚ creó la primera “Escuela de Medicina” en el área del Río de la Plata (primer antecedente de la Facultad de Medicina de Buenos Aires) y se la puso bajo la dirección del mismo doctor MICHEL O’GORMAN* y del doctor AGUSTÍN EUSEBIO FABRE, para que, con intervención del Protomedicato de Madrid, se iniciase en Buenos Aires la enseñanza de la medicina. Cuando el Protomedicato recibió permiso para crear una Escuela de Medicina, el doctor O’GORMAN y el médico español FABRE, presentaron un plan de estudios de medicina y cirugía que comprendía seis años. El doctor O’GORMAN renunció poco después, siendo reemplazado en 1802 por el doctor COSME ARGERICH, quien fue en definitiva, quien puso en marcha esta iniciativa, que más tarde, se convirtió en el primer antecedente de la Facultad de Medicina de Buenos Aires. (* O´Gorman luego castellanizaría su apellido, sería solamente Gorman).
La vieja Escuela de Medicina se inauguró en marzo de 1801, destinándose para las lecciones clínicas una sala del Hospital de los Betlemitas
o de Santa Catalina, en la manzana que limitaban las calles Humberto Iº (anteriormente calle del Comercio 61), Defensa, Chile y Balcarce. PRIMER EDIFICIO DE LA FACULTAD DE MEDICINA Este fue el primer edificio que tuvo la Facultad de Medicina en la calle Comercio 61 (frente a la Iglesia de San Telmo). Comenzóse a construir en el año 1854 y se habilitó en 1858. Ligeramente perfeccionado el edificio aún se mantiene dentro de las antiguas líneas arquitectónicas y es sede de una Escuela Elemental dependiente del Ministerio de Educación.. (Transcripción del epígrafe original al pie de la foto, en el folleto conmemorativo del Centenario del Acta de Instalación de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, publicado por la imprenta de la Facultad en 1952.)
Las clases se iniciaron el 2 de marzo de 1802, correspondían al sexto año y en un todo de acuerdo con Guillermo Cullen célebre catedrático de Edimburgo se dictaban en el Hospital de los Betlemitas, que desde 1795 funcionaba en la Residencia, situada en los Altos de San Pedro, en la calle de Belén entre las de san Martín y Santo Cristo (Hoy Humberto Primero entre Defensa y Balcarce) en pleno barrio de San Telmo. Este Hospital, luego llamado Hospital General de Hombres, funcionó hasta la fundación del Hospital de Clínicas, en 1883. El Protomedicato de Buenos Aires no podía otorgar el Título de Bachiller en Medicina, pues ello era privativo de los Reales Colegios; por dicho motivo O’ Gorman y Fabre solicitaron, repetidas veces, tal facultad para la Institución que integraban, pero, a pesar de numerosas gestiones y otras tantas promesas, nunca llegó desde España la ansiada autorización.
Las lecciones clínicas con la asistencia de aproximadamente quince estudiantes y fueron sus primeros profesores el mismo doctor MICHEL O’GORMAN y los doctores AGUSTÍN FABRE (52) y COSME MARIANO ARGERICH (43). La Escuela ofrecía un curso de seis años para la graduación de médicos calificados y continuó funcionando con posterioridad a la Revolución de Mayo. El primer año, estaba dedicado al estudio de anatomía y vendajes; el segundo a elementos de química farmacéutica, filosofía y botánica; el tercero a instituciones y materias médicas; el cuarto, a heridas, tumores, úlceras y enfermedades de los huesos; el quinto, a operaciones y partos, y el sexto, a elementos de medicina clínica.
La falta de recursos y las condiciones de la época convertían la enseñanza en una tarea siniestra, tanto para los profesores como para los alumnos. Las primeras clases de anatomía, que comprendían la disección de cadáveres, se hicieron al aire libre en el camposanto de los padres betlemitas. El primer núcleo de estudiantes tuvo ocasión de probar sus conocimientos durante las invasiones inglesas y poco después, en las guerras de la independencia.
Desde 1802 hasta aproximadamente 1820 el doctor Argerich fue la figura rectora de la enseñanza médica, manteniendo y dando clases al mismo tiempo, en un instituto propio, desde donde salieron profesionales que obtuvieron luego muchísima experiencia y prestaron invaluables servicios durante las invasiones inglesas y la guerra de la independencia. En esos tiempos, gran parte de la atención médica se circunscribía al uso de nuevas vacunas antivariólicas y al tratamiento de las víctimas de las epidemias (cólera, fiebre amarilla, viruela). A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la ciudad de Buenos Aires, tuvo también un Hospital para Mujeres que, gracias a la labor de MANUEL BASAVILBASO, halló local adecuado en la misma Casa de Huérfanos. Así pues, si exceptuamos “la Residencia” que era así llamado el Hospital Militar, la ciudad contaba desde su fundación, solamente con estos dos hospitales: el de Belén, para hombres, también llamado “Hospital Santa Catalina” y el “Hospital de San Miguel” para mujeres pobres. La situación de estas casas y de sus enfermos causaba grave preocupación a las autoridades, por lo reducido de su capacidad y por la escasez de los medios con que contaban para atender la cada vez mayor cantidad de pacientes. El Hospital de Belén disponía de una sala principal y 3 ó 4 salitas en las que caben hacinadas unas 8/10 camas en cada una, carentes de ropa, de cortinas, de privacidad y de aislamiento. En algunos momentos residían allí unos 48 enfermos y 19 asilados. Como no existían institutos para recibir a los ancianos y dementes, todos iban a parar al mismo sitio húmedo, ruinoso y mal ventilado, donde luchaba heroicamente 12 religiosos hasta el punto de tener que ceder sus propios cuartos, para alojar enfermos de urgencia. Muy diferente era la situación del Hospital San Miguel con 4 salas y 62 camas, 10 sirvientes, una directora y un administrador y la atención de los internados, estaba a cargo de una piadosa hermandad de religiosas. La alimentación era buena, las camas estaban provistas de cortinas y —aunque las rentas eran menguadas— la beneficencia aportada por muchas señoras piadosas, de la caridad y religiosas bien entendidas, hicieron mucho por el bien de esta casa y por las personas que allí padecían sus males. Por otra parte, la falta de capacidad en ambos establecimientos, era causa de que muchos enfermos pobres debían permanecer en sus domicilios, arrastrando dolorosas privaciones y los más sórdidos padecimientos y si bien se supone que los médicos que los asistían sin cobrar, por un deber humanitario, debían hacerse cargo del costo de sus medicamentos, que eran provistos, en algunos casos, por boticarios no tan humanitarios, que exigían el pago de altos costos por ellos (leemos en la Gaceta del día 12 de diciembre de 1817 una nota poniendo en evidencia que no todos estos comerciantes son así ya que es encomiable la actitud de los boticarios MARENGO, BRAVO Y ENCALADA, que en muchos casos, hasta no cobraron los productos medicinales que dejaban a algún enfermo de escasos recursos).