La primer Escuela Mapuche
“Tengo ante mí, una antigua construcción de adobes, con techo de tejuelas a dos aguas. Sobre la puerta del aula, una cifra labrada en piedra indica la fecha de la construcción: 1903. Al frente de la construcción tres añosos sauces”…
“Por los agujeros del techo, por las rendijas de las puertas, por la estrecha ventana, el viento ha introducido a lo largo de los días, una capa de arena que cubre el piso y los muebles. Salgo al patio. Veo, a cincuenta metros, una precaria, derruida letrina.”“Mis ojos vagan por todos los sórdidos detalles del aula. Un aula grande, fría, sin otro piso que el de la dura tierra. Sin cielo raso. El techo, con alta cumbrera, deja pasar la luz y brinda la visión, aquí y allí, de un pedazo de cielo”.
“El ambiente deprime. /…/ Hay un olor viejo y sucio, mezcla del fluido con que se riega para matar las pulgas y de años y años de uso sin ventilación suficiente.
Llega por fin, mi primer día de clase. /…/ Me he levantado muy temprano, con la primera claridad del alba.” /…/
“Por primera vez he hecho tañer la campana suspendida del alero de la escuela. El tañido ha resonado claro, limpio, en el cañadón solitario.”
“Tengo frente a mí una torcida hilera de niños congregados por el sonido de la campana. Son los alumnos de la escuela. Desde hoy mis alumnos. /…/ Miro la fila, la vuelvo a mirar. Y la miro otra vez.”
“Veo al pequeño que encabeza la hilera. Tiene puestas, mejor dicho está puesto en un par de botas patria, casi tan grandes como él. Su dueño original, debió de ser un hombre más que de buen pie.”
“Otro y otro, y otro más, se envuelven en amplias chaquetillas que denuncian su origen: una institución de beneficencia que las obtuvo de un cuartel de bomberos porteños. No ha habido tiempo de arreglarlas, para amoldarlas a los cuerpos menudos de quienes las lucen.”
“Aquél tiene una gorra inmensa para su pequeña cabeza. Aunque despojada de la visera, proclama a simple vista, el vínculo fraterno que la une a las chaquetillas. Y también a las botas.”
“Me siento tentado de reír. Pero no río. Porque mi vista se está posando sobre pies semidescalzos y cuerpos semidesnudos. Porque veo cuerpos encogidos, apenas cubiertos por ropas raídas, que dejan ver carnes sufrientes. Porque sospecho que no todos esos alumnos han desayunado lo suficiente antes de hacer el viaje a la escuela.”
“Y porque los rostros de los niños son demasiado serios, demasiado adustos. Imponentes en la muestra elocuente de su mundo interior. Yo sé de pobreza. Yo mismo soy pobre. Y he ido a la escuela con muchos compañeros de mi misma condición. Pero como esta pobreza, no la he visto nunca. Ni siquiera he podido concebirla. Pero aquí está ella. Real. Al alcance de mis ojos, de mis manos, de mi olfato”…
El escrito, fechado en 1936, pertenece al maestro Julián Ripa de 19 años quien, recién recibido, fue enviado como director y único docente a Colonia Cushamen.
La historia de esta escuela se remonta a 1903 y los protagonistas fueron los miembros de la comunidad Mapuche de Colonia Pastoril Cushamen organizados en torno a la figura del cacique Miguel Ñancuche Nahuelquir.
El cacique era analfabeto pero resolvió la paradoja de civilización o barbarie que tanto preocupaba a Roca, Sarmiento y a la élite dirigente de entonces.
Dentro de la sumisión que significó aceptar haber perdido su tierra y todos sus derechos, concluyó que era importante que su comunidad aprendiera a leer y escribir para ser considerada “civilizada” y pudiera sobrevivir a los grandes cambios que estaban sufriendo.
Para ello destinó una parcela de las tierras otorgadas por el Presidente Roca por su colaboración como baquiano del Ejército Nacional, para la edificación de una escuela.
La construcción hecha por la comunidad fue simple y modesta: adobe, cabreadas de madera de ciprés traídas de la cordillera, techo de tejuelas de alerce, piso de tierra.
Una vez finalizado, el edificio se ofreció al Ministerio de Educación quien aceptó la donación. Se denominó Escuela Nacional Albergue Cushamen N°:15 y se nombró maestro a Julián Vicente Herrera según la Nota Nº 279 del 30 de enero de 1903.
La educación de la comunidad Mapuche se transmitía en forma oral. Narraban la propia historia, su cosmovisión, conocimientos teóricos y prácticos, formas de comportarse, sus rogativas (Camaruco o Ngillatun), sus canciones sagradas, su arte, su cultura.
Fue primero una escuela albergue y después un internado. Durante muchos años tuvo tan sólo un maestro para 50 alumnos. Ahora, sus noventa internos cuentan con cuatro docentes de grado, tres especiales (jardinería, huerta y educación física) y cinco talleristas (cerámica, hilado y tejido, soguería, repostería, folclore y guitarra). En la actualidad además de inglés, se enseña el idioma indígena.
La creación de la escuela les permitió a los hijos de los primeros habitantes aprender a leer y escribir. Ahora se está tratando de recuperar el idioma y las tradiciones mapuches, porque durante mucho tiempo en el mismo establecimiento se les prohibió hablar su lengua. Hoy se izan las banderas Argentina y Mapuche y se mantiene la identidad.