La jubilación solo fue para la docente y escritora Teresita Saguí el fin de una etapa de trabajo para comenzar su propio emprendimiento literario.
Por Paola Alé ale.paola@grupoamerica.com.ar
Teresita Saguí es un nombre que resuena en muchos ambientes intelectuales, tanto de Mendoza como de otras latitudes. En la provincia, quienes fuimos alumnos y alumnas de la Carrera de Comunicación Social en la década en los 90’, la recordamos por sus brillantes clases de Comunicación Visual. Hay quienes la asocian con la crítica de arte, con el vanguardismo del arte óptico y cinético, ya que Saguí fue del círculo de amigos del artista plástico Gyula Kosice, quien inició el movimiento Madi en Argentina. Pero hay chicos para quienes Teresita Saguí es quien los llevó de la mano a descubrir los mundos que solo la literatura para niños puede abrir en la infancia.
Es que Teresita Saguí son muchas Teresitas: Licenciada en Filosofía, crítica de arte, docente, escritora, emprendedora en el ambiente editorial.
Una mujer que al menos, ha vivido intensamente dos vidas: la primera, durante sus años laborales en los que ejercía la docencia, al mismo tiempo que escribía y criaba a sus hijas junto a su esposo.
La segunda, una vez que se jubiló como docente y se dedicó de lleno a la literatura, pero no solo como escritora, sino desde la génesis de la construcción de un libro, esto la llevó a fundar su propia editorial “La Aldaba”.
Esta es una y muchas «Teresitas» Saguí, contadas por ella misma.
El final de la docencia y el comienzo de una nueva vida
La etapa de la docencia se cerró para Saguí hace al menos 15 años: desde que felizmente se jubiló. Según contó, lo de “felizmente” no tiene que ver con haberle perdido el gusto a enseñar, y el placer del contacto y el intercambio con los estudiantes, sino porque ella tenía un proyecto en mente y era el de editorial.
Tuve la posibilidad de seguir con contratos en la Universidad después de que me jubilé, pero no quise, tenía muy clara la idea de una editorial
Previamente, Saguí había realizado trabajos para la editorial Marimar en Buenos Aires y la de la Facultad de Filosofía y Letras de Mendoza. Sin embargo, quería tener la propia.
“La pregunta sería, ¿por qué abrir una editorial?. Bueno, yo siempre he estado ligada muchísimo a los libros y pensar en producir libros me pareció siempre maravilloso, no solo para el escritor, sino para el lector”.
Mirarse en los ojos del lector
Esa idea fortuita de escribir para si mismos que tienen algunos escritores, a Teresita no la representa en lo más mínimo.
“Hay una porción de una poesía de Machado que dice, “Los ojos en que te miras son ojos porque te ven”, ¿no? Y cuando te conviertes en escritor, algo de eso haces. Es decir, vos estás escribiendo para otro, el lector, Porque aquello de escribo solo para mí mismo, eso es una mentira, en todo caso escribo para mí mismo en cuanto otro”, sostuvo.
En esa díada escritor–lector está el sentido mismo de los que tienen algo para decir y lo concretan.
“Uno escribe para otro y pretende que a ese otro, lo que uno escribe le guste, lo toque, lo motive, ¿no? De eso se trata, es decir, la relación escritor-lector es fundamental. Pensá inclusive lo que significa contar. Contar es tener en cuenta o poner en cuenta a otro, y para que vos cuentes, ¿qué necesitas? Alguien que te escuche”
En esa intencionalidad dirigida del escritor a un hipotético lector está el sentido de seguir escribiendo.
Por qué la Literatura para niños
Quienes la conocimos en su etapa como profesora universitaria, la recordamos como una entusiasta de enseñar acerca de Arte y Comunicación, e introducir en sus clases una serie de conceptos filosóficos que realmente eran vanguardistas en la enseñanza. Una especie de versión femenina de «Merli», que buscaba que a los estudiantes les llegaran más que simples conceptos, muchas veces descontextualizados. Saguí como profesora, enseñaba a pensar.
Sin embargo, su vocación también se encontraba en la literatura en general, y en la literatura para niños en particular.
«Los libros para niños han sido uno de mis objetivos literarios, no el único», cuenta Saguí que además, ha escritor infinidad de páginas y no solo dirigidas al público infantil. «Me dieron el Premio Nacional de Poesía, hace mucho, primero escribí montones de libros de poesía, y luego eso entró con libros para niños, libros para adultos, vale decir, en realidad narrativa para adultos, entre ellas cuentos y novelas, entrevistas, estudios críticos, de todo un poco», señaló.
Así como contando un cuento, Teresita Saguí relató el primer hito de su vida como escritora de literatura para niños.
“Mira, te voy a dar una historia. Yo me presento al primer concurso de literatura infantil en San Luis. Un concurso que hubo interprovincial. Me presenté con un pequeño libro, mi primer libro de literatura para niños, que se llamó “En la tierra de San Truluis, el “tru”, viene por ese de ‘trulalá’ Me dieron el primer premio y a partir de allí empecé a publicar»
A lo largo de los años aparecieron otros libros para niños: como “un loco con paraguas” (Editorial Homero Pineda) y más recientemente en el tiempo “Se alquilan brujos” (ya en su propia editorial).
Digamos que los libros para niños comenzaron a “brotarle” como las ideas, las reflexiones que hace sobre la educación, el arte y la comunicación, y las inmensas plantas de su jardín, que se asoman por las ventanas de su luminosa casa.
Destacó que no le gusta llamarla “literatura infantil”, porque es un error que trae consecuencias, esto porque los libros para niños, pueden ser también disfrutados por adultos y esto de “literatura infantil”, justamente, infantiliza el contenido.
“La buena literatura para niños tiene que ser buena literatura para adultos, por eso es que seguimos leyendo algunos libros que están indicados para niños que nos satisfacen aún hoy, como Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. Libros que nos dejaron vivencias inolvidables”.
La importancia de contar
“Cómo empecé a escribir, te preguntarás vos. Yo empecé a escribir escuchando contar, ahora te explico lo que significa eso” el enunciado es tan contundente que no queda más que esperar a ver cómo continúa la anécdota.
“Mi abuela y mi madre me contaban cuentos. Y yo esos cuentos los vivía, los transformaba, los proyectaba. Cuando me enfrenté con la palabra escrita, es decir, no la mía, sino la palabra en papel, tenía seis, siete años y ahí comencé a entender los cuentos de otra manera. De esa lectura, pasé a la producción de cuentos, de poemas, de historias.
Al consultarle por los autores que la inspiraron, ella rescata de su infancia una publicación que le acercó los ojos a la literatura: la revista Billiken. “Nosotros recibíamos en casa, mi hermano y yo y ahí venían cosas que nos parecían maravillosas”
La avidez de la lectura la puso enseguida a buscar empedernidamente otros textos y ahí descubrió la biblioteca de su padre.
“Me enfrenté algunos textos que no eran exactamente para niños, pero fue completamente natural encontrarlos, porque en mi casa se leía muchísimo”
Para Saguí, esa es una condición fundamental para trasladarle el gusto por la literatura a los niños: la necesidad de la vivencia de la lectura.
La lectura te habla en mundos imaginativos impensados.
La realidad que asedia a los chicos de pantallas, para Teresita tiene que ver con la falta de tiempo y espacio de los adultos.
“Lo que pasa es que los padres, hoy por hoy- algunos abuelos también, pero más que nada los padres- están demasiado ocupados. Entonces el hecho de que el hijo esté entretenido con ciertas cosas, amerita, digamos, esa distancia que ponen las pantallas”, sostuvo y agregó “ahora no hay tiempo para sentarse con un chico para que lea. Entonces, es más fácil a veces acercarlos a ciertas manifestaciones culturales que son más simples y directas”.
Sin embargo, en este camino de acercar la literatura a los niños y niñas, visitó muchas escuelas y tuvo la oportunidad de depositar en muchos de esos chicos la semilla de la curiosidad por los libros.
«Una vez, en una escuela de Lavalle, se me acercó un nene y me cruzó el brazo por los hombros, mientras yo estaba sentada, y me dijo, ‘A mi me gusta mucho leer’. Las maestras después me confirmaron que el chico cada semana se llevaba dos libros de la biblioteca de la escuela, y los devolvía rigurosamente para poder llevarse otros».
Ese niño, luego ganó un premio literario de La Aldaba.
Así es como los libros abren caminos en la infancia que nunca se cierran ni se olvidan.
Una docente brillante
Teresita Saguí fue una de las profesoras que llegó a la Carrera de Comunicación Social en la facultad de Ciencias Políticas cuando esta se creó, a fines de los 80′.
«Me vine a la UNCuyo por pedido de mis alumnos, porque yo había sido decana de Comunicación en la Universidad Maza, entonces los mismos alumnos me vinieron a buscar para que formara parte del elenco de la Facultad de Ciencias Políticas»
De esa etapa recuerda, rescata y atesora el intercambio con los alumnos. “El intercambio siempre es favorable, aún el intercambio negativo, fíjate vos” sostiene.
Estar frente al aula se convertía en un ciclo dialógico muy especial con los alumnos. Cuando tenía pocos alumnos, es decir, manejables, nunca tuve pocos, pero sí un número manejable, era fantástico”.
Recuerda que era difícil enseñar cuando los cursos tenían 300 alumnos, como en los primeros años de Comunicación.
“Era muy difícil, sin embargo, las charlas con alumnos interesados eran muchas y muy fructíferas”,
Cuando eran tantos alumnos, me acuerdo que cursábamos en un aula en la que los chicos tenían que salir a los balcones porque el lugar nunca era suficiente”.
El secreto de semejante cantidad de alumnos escuchándola era que de sus clases, nunca se iba nadie.
Así, abrió caminos impensados como la comunicación y el arte, y bases filosóficas que no existían en el plan de estudio. Todo eso venía de «yapa» en las clases de Saguí.
El presente y los proyectos
Tal y como ella misma lo dice, nunca, ni en sus años laborales más activos, ha estado más ocupada que ahora. No solo por su trabajo como directora de la editorial La Aldaba, sino porque ha asumido muchísimas tareas de administración de su casa que en su etapa de ejercicio profesional intenso no llevaba adelante.
De su edad no habla, no la dice en público porque sostiene que si lo hiciera, todo lo que tiene para decir quedaría reducido a su edad, y no a lo que hace.
Porque ella sigue escribiendo y dando la oportunidad a otros de escribir.
“Yo estoy al frente de la editorial, pero tengo colaboradores impagables, otros escritores, la gente que realiza las impresiones, los ilustradores, que en la literatura para niños son fundamentales. Todos trabajamos codo a codo con cada libro que va a salir”.
Actualmente, tiene “a punto de salir del horno”, un nuevo libro para niños: “Adiviná qué”.
Por otra parte, Teresita tiene una gran familia, dos hijas y cinco nietos, aunque una de ellas vive en Estados Unidos.
“Mi hija, mi yerno y mis nietos vienen todos los días, en esta casa hay un batallón de gente permanentemente”, contó.
De todas maneras, le gusta disfrutar de sus momentos de soledad para leer y escribir.
“Sigo siendo una ávida lectora, duermo muy poco y leo muchísimo y con mucha rapidez, un libro de 600 páginas, lo puedo terminar en tres o cuatro días”.
Fuente: Diario Uno