Biografía:
Nació el 9 de noviembre de 1901, en el departamento Las Colonias, Providencia (Santa Fe), sus padres fueron Josefa Pino y Ángel Peralta. En su adolescencia y a pesar de la oposición de su familia, marcha a Rafaela para estudiar y se inscribe en la carrera de magisterio, en la Escuela Normal “Domingo de Oro”. Allí es compañera de estudios de Leticia Cossettini, quien está llamada a ser baluarte de la educación santafesina en Rosario. Si bien cursa el primer año, la presión de la familia la hace abandonar al iniciar el segundo. Quizás sea éste su primer gran renunciamiento en beneficio de la concordia familiar. Sin embargo, al visitar una estancia importante del departamento 9 de Julio, le piden que comience a enseñar a los hijos de los peones y así se inicia en la labor docente en la cual se destacará por su pasión y su entrega, sobre todo, con los más necesitados.
Sin título habilitante ingresa al magisterio por el reconocimiento de sus superiores a la obra docente realizada con eficacia y generosidad.
La escuela rodante
En el año 1936, se realiza en San Luis el Primer Congreso de Instrucción Pública. Allí concurre la delegación de la provincia de Santa Fe, encabezada por el doctor Pío Pandolfo que lleva como propuesta un proyecto de construcción de escuelas rodantes y flotantes. Dicho proyecto tuvo total aceptación ya que se consideró que ésta sería una solución al problema del analfabetismo, fundamentalmente en lugares de difícil acceso para la construcción de establecimientos escolares.
De regreso en Santa Fe se consigue la aprobación de la ley y se dispone la creación de la primera Escuela Rodante para que funcione en el Departamento 9 de Julio. Resultó ser la única de todas las que quizás en mente estuviera crear; el único lugar donde se ejecuta el proyecto fue en la provincia de Santa Fe, y sólo a través de la creación de una sola escuela rodante. El departamento 9 de Julio, ubicado en el norte de la provincia, era, para la época, la zona más atrasada de todas por múltiples factores a pesar de su enorme riqueza forestal.
En ese momento, la zona total de bosques y montes cubre una superficie de 3.000.000 de hectáreas, con predominio de algarrobos y quebrachos, lo cual alienta el instinto de ganancias de grandes compañías, especialmente extranjeras, que ven en ella la posibilidad de explotación fácil, con mano de obra barata, sin grandes erogaciones, por falta de políticas claras que impidan la explotación a mansalva. Por esta razón la zona se convierte y depende, casi exclusivamente, de la explotación forestal. Estas características hicieron que la colonización y el asentamiento poblacional fuera muy distinto del resto de la provincia.
En un ambiente rural disperso, las distancias, las condiciones climáticas que se agravan por las dificultades que presentan las vías de comunicación, las ocupaciones de los niños en tareas rurales, son todas circunstancias que conspiran contra una regular asistencia escolar. Esa explotación forestal determina muchas de las características de la región, siendo la más tristemente notable la explotación humana que allí se realiza. El escritor santafesino Gastón Gori, en su libro «La Forestal: La tragedia del quebracho colorado», resume lo que ocurría en la zona así: “El panorama de la vida en los obrajes no es privativo del norte de la Provincia de Santa Fe; las conclusiones pueden aplicarse a todos los obrajes de la compañía en el Chaco …no existió prácticamente ningún dueño de obrajes, propietario o no de la tierra, o sociedad con fines forestales, que no fuera acreedora a la marca de opinión pública que señalara a los obrajes como centro de explotación inhumana del hombre y fomento de vicios”.
Se decide entonces que éste es el ambiente que reúne las condiciones para que comience a funcionar la Escuela Rodante N° 942 “José Antonio Álvarez de Arenales”, hoy llamada “Ángela Peralta Pino” en memoria de quien fuera su primera y única “maestra caracol”, como se la llama habitualmente.
Un viejo vagón de ferrocarril, pintado de blanco, con dos puertas, al pie de las cuales se ubican dos escaleras, es reacondicionado para cumplir tales funciones. Se lo divide en dos partes: una destinada a aula –donde se ubican dos hileras de bancos, el pizarrón y un escritorio- y el otro sector, destinado a vivienda de la maestra, posee una cama, un pequeño armario, un baño y una pequeña cocina.
Es trasladada usando un tractor y, por tener ruedas, a diferencia de otras que existieron en el país y que eran llevadas en ferrocarril, ésta permite ubicarla en el medio mismo del monte, sin necesidad de estar cerca de las vías férreas. Posee un pequeño generador a batería que permite tener un foco de iluminación en la cocina, otro en el baño, otro en el dormitorio y dos en el aula. En uno de sus frentes un faro pequeño marca la presencia rectora de la escuela, de la pequeña escuela-habitación, cáscara de nuez en medio del monte.
Durante todo el período en que funcionó la escuela -1940/1962- el país vivió distintas convulsiones internas, pero allí, en un lugar casi ignorado de la provincia de Santa Fe, continuó su labor la única Escuela Rodante del país.
En 1940 la escuela está lista, sólo falta encontrar a la persona adecuada. Es así que aparecen en el escritorio del Ministro notas, cuadernos, actas sobre el trabajo de una docente internada en el norte de la provincia. Por eso, aun cuando no cuenta con el título docente, Ángela Peralta Pino es elegida para ocupar el cargo.
Sin embargo Ángela debe resolver un tema: su boda. Ella elige: su vocación es más fuerte y parte rumbo a lo desconocido. Angelita puede considerarse una transgresora y allá fue con su Escuela Rodante, en un paisaje de montes y de hacheros, tratando de convencerlos para que enviaran a sus hijos a la escuela, trasladándola aproximadamente cada tres o cuatro años y permaneciendo en ella durante veintidós, hasta su jubilación.
Su trabajo docente fue tan significativo que se reconoce la fecha de su nacimiento, el 9 de noviembre, como Día Nacional de los Maestros Rurales. Algunos la llamaban «Angelita», otros se referían a ella como la «maestra caracol» y también «Samaritana del Monte».
La escuela quedó abandonada durante muchos años, en 1982 fue rescatada y convertida en museo, desde entonces, se encuentra en el patio del Museo Histórico Regional de la ciudad de Tostado, en el ingreso a la ciudad. Finalizada la restauración se invita a Angelita Peralta Pino para que abra sus puertas, como un homenaje más a su ejemplo de vida, que recorrió las rutas «históricas de la alfabetización hasta los rincones más apartados, llevando la acción civilizadora de la escuela con la entereza de su apostolado».
Falleció en Santa Fe, (Sin fecha) en el año 1991.
[Fragmento del texto extraído del libro:
«Quién es ella en Santa Fe», de Gloria de Bertero ]
Con la misma fuerza de los quebrachos que le dieron sombra durante veintitrés años en el norte de Santa Fe, nace la vocación de maestra de Angela Peralta Pino. Los conocimientos docentes los adquiere observando la labor en el aula de una tía suya, y a pesar de que las dificultades económicas no le permiten obtener título habilitante, se consagra durante años a la docencia desinteresada y silenciosa.
Gobernaba en esos momentos la provincia, el Dr. Manuel M. de Iriondo y ejercía la Presidencia de la Nación el Gral. Agustín P. Justo.
El entonces Director General de Enseñanza Normal y Especial de la provincia, señor Rafael Figueroa, preocupado por el problema escolar de las poblaciones migratorias, elabora un proyecto sobre Escuelas Rodantes y Flotantes, que presenta como ponencia, en el primer congreso de Instrucción Pública de San Luis en el año 1936. Este es aprobado unánimemente, y por otro proyecto que eleva el Dr. Leiva a la Cámara de Senadores, el mismo se convierte en ley. Es licitada entonces la Primera Escuela Rodante de la Provincia de Santa Fe destinada al obraje «Los Guasunchos» -Departamento 9 de julio-.
El Dr. Lorenzo de la Torre, Ministro de Educación, en conocimiento de ese ser ejemplar -Angela Peralta Pino- con sentido práctico y humano, soslayando expresiones reglamentarias y técnicas, dispone su nombramiento. Se apoya para ello en los informes de los inspectores Ramón Gudiño y Guillermo Fradegnada, y en las constancias de la actuación cumplida por la postulada en el paraje «El Amargo». Así lo expresa Horacio Duffort, en «Cartas al Litoral».
Esta escuela, montada sobre ruedas, era ágil. Estaba constituida por una casilla de madera que a su vez se dividía en un aula y dos compartimientos para cocina y baño. Un tractor la llevaba de destino en destino, arrastrando además un carrito aguatero.
El 26 de marzo de 1940 sale de Tostado llevando a su directora titular -Angelita- a quien acompañaba su tía Laura Pino de Pereyra. Era la Escuela Rodante Nro. 942. Su misión: internarse en los quebrachales para combatir el analfabetismo, y como aspecto insoslayable de su quehacer civilizador, normalizar las relaciones entre el hombre y la mujer, socorrer las necesidades de la problemática sanitaria del medio, contrarrestar los efectos morales y perniciosos del hambre y del hacinamiento y aunar todo ese trabajo con una obra evangelizadora social-cristiana.
Parten hacia el obraje que distaba 170 km. Pasan horas de angustias en el traslado. Los víveres comienzan a escasear.
A la mañana Angelita observa el ambiente y la manera de actuar de los niños a los que tendrá que comprender para poder guiarlos. Observa las viviendas construidas de palo a pique y de un solo recinto, rodeadas de bolsas o con dos paredes embarradas, y las otras cubiertas de una planta parásito, parecida a las que suben a las palmeras. Ni puertas ni ventanas. Las camas, horcones elevados clavados en el suelo, y palos cruzados sobre los mismos cubiertos por bolsas que deben servir de colchón. Familias de hasta siete hijos y perros que duermen con ellos.
Comprueba con dolor que los chicos duermen debajo del catre de los padres, sobre bolsas, y se tapan con ponchos raídos. Los calentará la cercanía de los perros. Pulgas, vinchucas, piques, garrapatas y mosquitos abundan. Poca carne. No hay leche. Tampoco verdura. El jornal escaso, satisface la mayor parte de las veces sólo el vicio del alcohol que hace irresponsable a los hombres. Las mujeres, indolentes. Este es el panorama que encontró la educadora al llegar a destino.
Pero intuye que conquistará a esos chicos y también a los grandes. Confía en el acercamiento, en la educación, en la instrucción.
Comienza a dar ejemplo, cultivando ella misma jardín y huerta.
Poco a poco los va atrayendo. Con dulzura y cariño les quita el temor. Los padres, hostiles al comienzo, cambian lentamente sus conductas gracias a la obra benéfica de la escuela.
Ella desconoce horarios, cultiva sentimientos, transfiere habilidades. No ceja en el esfuerzo. A su lado, sólo el monte lleno de riquezas y de miserias a la vez.
La naturaleza, agresiva y en permanente acecho contra el hombre, la envuelve y como si no quisiera que le arranquen sus secretos se defiende con reptiles y alimañas.
Angelita entrevista a los dueños de los establecimientos más cercanos, a los administradores de los obrajes. Los concientiza para que le acerquen golosinas que distribuirá entre los niños al menos en las fechas patrias. Cada vez la distancia entre unos y otros, es menor. En 1941 ya asisten 14 niñas y 15 varones, y Angelita escribe: «El ambiente se va modificando. Lentamente se transforman los sentimientos, y la influencia educativa llega al corazón indomable del hachero».
Los administradores de las estancias aceptan colaborar con ropa y medicamentos, y la docente puede ya ir tranquila hasta Santa Margarita en busca de un médico, segura de ser respetada, porque todos conocen su tarea de amor.
Sólo en las vacaciones de verano y de invierno regresa al hogar donde la espera su madre, esa madre que durante el año, le remite verduras y frutas porque sabe que todo le hará falta. A la obra que Peralta Pino realiza, debemos agregar su preocupación por regularizar la situación de las parejas que ha conseguido educar. Para ello peticiona un Juez de Paz y un sacerdote a la ciudad vecina. Los niños tomarán la primera comunión y para ellos solicitará un envío de juguetes.
La población de «Los Guasunchos», acabado el desmonte en el lugar emigra, y la «Maestra Caracol» -como era nombrada- lo hace junto a ellos y se instala en «Los Quebrachales». Cuando en ese lugar también termine la tala del quebracho colorado, ella los seguirá al obraje de «Itapé». En ese claro de la umbrosa selva es Angelita quien dice: «En el fondo, siempre, simplemente, seres humanos».
Después regresará a un sitio cercano a «Los Guasunchos», y luego a «Los Guanacos», hasta el año 1950. Imperturbables, siempre a su lado, los quebrachales inmensos y los algarrobos y los chañares. En las abras arde el sol.
Con el tiempo se enferma de avitaminosis. Apenas se repone continúa trabajando en «El Mate» y después en «La Avanzada» y en «La Carreta». Por las noches, a la luz de un farol, la señorita Pino da clases a madres analfabetas y a adultos.
Cuando se traslada a la colonia «La Hiedra», emprende la última cruzada que durará hasta el año 1963, año en que renuncia a su cargo para acompañar a su madre en la ancianidad. Ella, que nunca pidió ni licencias, ni traslados, niprerrogativas para si, lo hace en ese momento por su madre.
En su diario leemos:
«Viviendo el dolor de mis niños, mi corazón de mujer y de maestra ha llorado de hambre, de frío y de alegría».
Entonces, la escuela rodante ubicada en «La Hiedra», recibirá diferentes directoras, varias, porque no todas se sienten capaces de soportar tanta soledad, tanta ignorancia, indiferencia a veces.
Angelita Peralta Pino, la docente a la que llamaron «Maestra Caracol» y también «Samaritana del Monte», descansó recién de sus fatigas junto a su madre, en la ciudad de San Cristóbal -provincia de Santa Fe-, donde las autoridades y el pueblo diariamente le rinden su homenaje.
Recibió diferentes premios, entre otros, el del Divino Maestro en el Teatro General San Martín de la Capital Federal en 1938, y fue designada «Alicia 88», por la Institución Reconocimiento Alicia Moreau de Justo -una actitud en la vida-, que tuvo lugar el 22 de junio de 1988, oportunidad en que el Intendente de la ciudad de San Cristóbal, señor Enzo José Roa, la acercó a recibir el premio.
Angelita -la mujer maestra-, que izó la bandera de la patria hasta el tope de un mástil rústico, que derramó la luz del saber en mentes dormidas entre las sombras de la selva donde el dolor golpea a los seres humanos tanto como el hacha a los quebrachos, escribía también poemas.
La Escuela Rodante No. 942, hoy restaurada, se encuentra en el patio del Museo Histórico Regional de la ciudad de Tostado. Finalizada la restauración se invita a Angelita Peralta Pino para que abra sus puertas, como un homenaje más a su ejemplo de vida, que recorrió las rutas «históricas de la alfabetización hasta los rincones más apartados, llevando la acción civilizadora de la escuela con la entereza de su apostolado».