Nunca es tarde para cambiar de vida y cumplir los sueños. Es el caso de una ex peluquera marplatense que un día decidió dejar todo y empezar a estudiar. Hoy es médica en un hospital de Alemania.
Alejandra Grippaldi compartió su historia de vida: «A los 13 años dejé la escuela secundaria y me puse a trabajar con mi familia en la peluquería. Después entré a una muy importante de Mar del Plata y ahí trabajé mucho tiempo. Me casé, tuve hijos y a los 32 años ya tenía mi propia peluquería, con mucho sacrificio. Realmente me fue muy bien» contó al diario Ahora de Mar del Plata el año pasado.
Con su salón trabajando a pleno, hizo un curso con la empresa L´Oreal y allí descubrió que le gustaba estudiar, entonces decidió terminar el colegio secundario. «No sabía qué estudiar después pero quería tener mi título secundario y ahí sentí que había logrado algo que me colocaba en otro lugar. Cuando te hace un click, uno se da cuenta de lo que es capaz y que no es imposible. Me hizo muy bien terminar el secundario y me dio el ímpetu para ir por más», recuerda.
«Obtuve mi título e inmediatamente quise seguir. Me anoté en la Universidad FASTA en fonoaudiología y durante ese primer año me fascinó la anatomía. Estuve estudiando mucho y el profesor que tenía me cuenta un día que se abría la carrera de medicina y que me podía anotar. Le dije ‘no, ni loca, a esta edad empezar, no me va a dar la cabeza’. Pensaba que estudiar medicina era para gente muy inteligente», confiesa.
Posteriormente, debido a su buen promedio, la llamaron de la Universidad para comenzar a estudiar sin pagar el ingreso. Solo había 60 vacantes y la psicóloga de la institución la alentó a estudiar. «La psicóloga me preguntó ‘¿a qué le tenés miedo? Y le dije, a que no me dé la cabeza y que no pueda’ «.
«Empecé medicina y me enamoré de la carrera, de la anatomía y de la cirugía después. En el tercer año de la carrera, mi situación personal y privada cambió, y pensé en irme del país. Me costó mucho terminar la carrera porque en ese tiempo me separé de mi esposo y mi situación había cambiado completamente. No me alcanzaba con lo que me daba para vivir, así que pedí ayuda a la Universidad y siempre me demostraron que enseñan la medicina desde lo humano y no solamente con el paciente sino con el ayudar al otro. Le quiero agradecer eternamente a la decana Julia Elbaba», asegura.
Cerca del final de la carrera, los estudiantes hacen rotaciones en otras especialidades e instituciones y esa fue la oportunidad para que Alejandra probara suerte en otro país.
«Busqué una rotación optativa en el exterior, mandé cartas a Suiza y todas fueron negativas. En paralelo empecé a estudiar alemán. Tengo una prima que vive en Londres y conseguí una rotación para ir a un hospital de ahí. Todo fue por intermedio de un conocido, le pregunté la posibilidad de ir. En el servicio en el que estaba, el jefe hablaba español y hacía poco que había rotado una chica de Buenos Aires. Me dijo en qué fecha iba a ir, yo no sabía, no tenía un peso partido por la mitad pero quería ir. Y se me ocurrió ir en verano de Argentina para alquilar mi casa y con esa plata me podía ir a Londres. La alquilé rápido y le dije a este cirujano en Londres, al otro día me dice que el profesor había aceptado mi rotación. Luego me entero que ese profesor que me había aceptado era de los mejores cirujanos del mundo».
La experiencia viviendo dos meses en el exterior fue la clave para que decidiera dejar Argentina definitivamente. Cuando volví a Argentina le conté a mi profesora de alemán mi idea y me hizo un contacto con una médica de allá llamada Mariana Santos. Preparé todo para irme en mayo, vendí todo: muebles, zapatos, ropa. Todo para tener dinero los primeros meses. Vine el 11 de mayo del 2016 a Dusseldorf. Hice rotaciones como médica invitada y después pude seguir haciendo cosas. Tres meses en cirugía pediátrica, tres meses en cirugía general, luego en un consultorio privado».
Sin embargo, aún le costaba mantenerse económicamente. Por eso, tuvo que trabajar en un restaurante italiano para llegar a fin de mes. «Tenía que rendir dos exámenes para poder trabajar de lo mío, uno del idioma bastante estricto y otro de medicina. Al primero lo desaprobé dos veces y recién pude darlo bien la tercera vez, ya era octubre del 2018. Como no podía trabajar, al desaprobar el examen pude conseguir un contrato como ayudante de médico. No sos ni enfermero ni médico, hacés de todo un poco. De julio a diciembre ganaba muy poco como asistente, terminé el contrato, volví un mes a Argentina y luego regresé a buscar trabajo como médica porque con ese primer examen aprobado ya podía ganar más plata aunque no podía trabajar del todo de médica», cuenta.
Grippaldi actualmente trabaja en medicina del trabajo, que si bien no es lo que le gusta le permite tener un mejor sueldo, sin hacer guardias nocturnas y con un horario fijo de lunes a viernes. «Eso me permite estudiar mi examen final y definitivo donde me voy a poder recibir y trabajar de médica como si hubiese estudiado la carrera en Alemania. En este camino le quiero agradecer a la Dr. Med Nina Picker; al prof. Dor. med Wolfram T. Knoefel y a la Dr. Kathy Jalali», comenta.
Respecto al mercado laboral, destaca: Hay puestos de médicos casi en cualquier lado, hay mucha necesidad de profesionales. Me recibieron muy bien, en el ámbito médico somos muy bien recibidos los argentinos. La mayor barrera que hay es el idioma, yo ahora me siento totalmente integrada, pero recién después de tres años».
«No hay un límite de edad para hacer la residencia. En Argentina yo no podría hacer la residencia como cirujana porque tengo 46 años. La edad mínima es hasta los 36 o 40. Acá cualquiera puede hacer la residencia, algunos pueden tener más especialidades. Se reciben más grandes de médicos, estudian y trabajan. La edad se considera un plus y no una traba», cerró la orgullosa doctora Grippaldi.
Fuente: Mendoza Post