Sus promotores aseguran que la práctica reduce el estrés y mejora la concentración y la empatía. Cuál es la situación en Argentina.
Todavía encuentra resistencia, pero hay distintos datos que avalan su éxito en el aula. Claro que la mayoría de ellos surgen de estudios oficiales, que desarrollaron sus promotores. Entre sus hallazgos se lee que los alumnos mejoran su atención en un 83%, que aprenden a regular sus emociones en un 89% y que aumentan su empatía en un 76%. El mindfulness pisa fuerte en varios países: en Estados Unidos, Canadá y Australia, de hecho, analizan también convertirla en una materia que integre la currícula formal.
«Mindfulness se traduce como ‘atención plena’. Quiere decir estar presentes para notar lo que está sucediendo, momento a momento, de manera intencionada y con una actitud de curiosidad y aceptación. El entrenamiento de nuestra atención es el primer paso clave para aprender a gestionar nuestros estados emocionales internos, concentrarnos más, y ser personas más empáticas y amables», explicó a Infobae Andrea Loescher, profesora y fundadora de The Mindful Lab.
Durante las Jornadas para Educadores que se desarrollaron en la Ciudad de Buenos Aires, la aplicación de la práctica fue uno de los ejes. Se exploraron distintos interrogantes: cómo reducir el temor ante un examen, cómo mejorar la relación entre los alumnos y, de ese modo, disminuir el bullying, qué herramientas estimulan a mejorar la concentración, a no dispersarse en una clase.
«Con el mindfulness comenzamos a desactivar ciertos comportamientos que solemos realizar en piloto automático. Pasamos a realizarlos con total atención, como si fuese la primera vez», aseguró la especialista.
Hoy hay dos grandes programas a nivel global. Por un lado está el Mindful Schools que, desde 2007, capacitó a 25.000 docentes procedentes de 100 países. Su teoría se lleva a la práctica, mayormente, en escuelas de Estados Unidos, donde los profesores ofrecen el curso completo o, al menos, ejercicios de respiración en distintos momentos de la jornada escolar. Por otro lado, la terapeuta holandesa Eline Snel desarrolló un método que lleva dos décadas de vigencia y tiene presencia en colegios de Europa, Hong Kong y Latinoamérica.
Pero, ¿cuál es el primer paso para implementar la metodología? «La manera más sencilla es reconocer cuando está apareciendo el malestar, tal vez notando agitación o latidos del corazón más rápidos, y redirigir la atención hacia la respiración. Inflar un globo imaginario en la panza al inhalar y soltar todo el aire suavemente», puntualizó Loescher.
La respiración no es la única técnica. Hay otros ejercicios. Por caso, enfocarse en los sonidos. «En todos», aclaran. Tanto los lejanos como los cercanos, los constantes y los pasajeros, los externos y los internos. Eso permite llevar más calma y claridad que se trasluce a la hora de tomar decisiones, sostienen.
La necesidad de implementar la práctica surge en momentos de estrés, nervios por un examen importante, tensión porque el tiempo no alcanza. La máxima se repite en el círculo de mindfulness educativo: «Con estrés no se puede aprender». Y, aunque parte de la comunidad científica duda de su éxito, cada vez encuentra mayor aceptación. En ese contexto, el aula es uno de los territorios donde avanza con firmeza.
«Puede ser una herramienta transformadora. Un alumno sin estrés, que sabe autogestionarse, aprende mejor y disfruta más. Un docente sin estrés también enseña mejor y recupera la conexión con aquella vocación que alguna vez lo motivó a iniciarse en este camino. Los mejores profesores son plenamente atentos, disponibles, conscientes de sí mismos y sintonizados con sus alumnos», sostuvo Loescher. «La práctica de mindfulness cultiva estas habilidades y les da herramientas simples y concretas para favorecer la inteligencia emocional», agregó.
En Argentina
Con los años, la presencia del mindulness en el deporte, la salud y las empresas llevó a la educación nacional a interesarse, aunque no sin retrasos. Según consideran, «hay un desfase de entre 20 y 30 años» con respecto a países de primer mundo en su implementación. Por ahora, la aplicación en Argentina queda limitado a algunas pocas escuelas privadas del área metropolitana.
«Aún queda mucho por hacer. Tanto los padres como los directivos en nuestro país mantienen cierta desconfianza en su implementación, al no estar tan empapados de las tendencias en los países más avanzados. Pero quienes están más al tanto de sus beneficios, se están abriendo cada vez más a dictar cursos pilotos. Algunos colegios en Buenos Aires ya vienen ofreciendo estos programas de forma continuada a sus alumnos desde hace 3 o 4 años», señaló la especialista.
Fuente: Infobae