¿Se puede ser buen profesor sin ser un buen comunicador? Esta misma pregunta la he hecho infinidad de veces en los múltiples foros, congresos y cursos en los que tienen a bien invitarme y que van dirigidos a profesores de distintas etapas. La respuesta suele ser unánime: NO. Tras esa pregunta suelo hacer una segunda: ¿cuánta formación en comunicación habéis recibido a lo largo de vuestros estudios en las antiguas diplomaturas de magisterio o ahora, tras Bolonia, en los distintos grados de Educación? La respuesta, también suele ser unánime, prácticamente NINGUNA. Si estuviéramos ante un tribunal de Justicia, cabría cerrar con un “no hay más preguntas, señoría”.
Todo esto llama especialmente la atención en un mundo donde las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) están omnipresentes en nuestra sociedad. Pero, educación y comunicación parece que nunca han ido de la mano, salvo en honrosas excepciones. Sin embargo, la unión de comunicación y educación ha derivado en una disciplina que lleva años estudiándose en el mundo y que tiene por nombre la educomunicación. Tras este neologismo se encierra un conjunto de estudios que tienen su origen en los años 30 y 40 del siglo pasado en Francia con el profesor y pedagogo Celestine Frainet, y que desde el ámbito anglosajón se viene abordando desde un enfoque más instrumental con el concepto de la media literacy.
En el ámbito latinoamericano también encontramos a dos referencias en la segunda mitad del siglo XX con el brasileño Paulo Freire y con el argentino Mario Kaplún. Todos ellos ven en los medios de comunicación una herramienta pedagógica de primer orden, pero también un objeto de estudio para el desarrollo del pensamiento crítico entre los educandos. Es lo que también se conoce como alfabetización mediática. En resumen, los medios se abordan desde una triple perspectiva:
– La educación en los medios: cuando se enseña a los estudiantes su utilización y manejo desde un punto de vista instrumental.
– La educación con los medios: cuando utilizamos los medios de comunicación, principalmente la prensa, como herramienta de apoyo para la aproximación y enseñanza de materias que pueden ir desde las ciencias sociales, la lengua o hasta la religión.
– La educación frente a los medios: cuando se enseña al consumo responsable y crítico de los medios.
Yo añadiría una cuarta, que sería la comunicación para la educación y ahí entraría el uso que hacen los centros y los profesionales de la enseñanza de la comunicación y enlazaría con el marketing educativo.
Pero me gustaría detenerme en la importancia del tercer enfoque, la educación frente a los medios, pues es más necesaria que nunca en una era marcada por lo digital y donde las fake news y la infoxicación se convierten en los verdaderos enemigos de la información veraz y, por tanto, de la libertad (“la verdad os hará libres”).
Igual que desde las administraciones públicas se ponen en marcha campañas en los colegios para el consumo responsables de determinados alimentos, o evitar productos o tipos de ocio perjudiciales para la salud, desde esas mismas administraciones se deberían poner en marcha campañas y programas específicos para que nuestros menores supieran discernir entre lo importante y lo superfluo y que supiera separar el grano de la paja en lo informativo, fomentando la pluralidad y evitando el sectarismo. Todas las leyes educativas lo contemplan, incluso la UNESCO, pero muy pocas lo llevan a cabo.
El consumidor de ahora también produce contenidos, es lo que se conoce como prosumer, por tanto, razón de más para que esta generación conocida como Z o centennials, no solo sepan manejar las TIC desde la más tierna infancia con esa soltura que deja perplejos a sus mayores, sino que sepan para qué la utilizan y las consecuencias de su uso sin filtros. Si queremos ciudadanos libres y responsables deberíamos tenerlo más presente. Los profesionales de la educación y las autoridades competentes ya tienen nuevos deberes… y yo, haciendo amigos.
Fuente: La Razón