Batalla de Maipo.
También denominada Batalla de Maipú. Tuvo lugar el 5 de abril de 1818, en el valle del Maipo, entre las tropas patriotas argentino-chilenas al mando del general José de San Martín y las realistas a las órdenes del general Mariano Osorio. La victoria de los independentistas puso término definitivamente a la ocupación española de Chile y consolidó su independencia.
Antecedentes
Luego del triunfo del Ejército Patriota en Chacabuco, éste inició una agotadora campaña militar para poner término en forma definitiva a la ocupación española y consolidar la Independencia de Chile. Como consecuencia de esa derrota, el Ejército Realista escapó con parte de sus medios a Valparaíso, a fin de reembarcarse para el Perú, mientras el resto de las tropas lo hacía en dirección al sur del país con el objetivo de reorganizarse y enfrentar nuevamente al triunfante Ejército de los Andes.
Las fuerzas realistas al mando del brigadier José Ordóñez, presentaron en Talcahuano una sostenida resistencia a la división chilena que marchó tras ellos a combatirlos. A fines de diciembre de 1817, el Libertador general Bernardo O’Higgins debió emprender la retirada hacia el norte, al frente de toda su División, en atención a que una nueva fuerza expedicionaria enemiga, al mando del general Mariano Osorio, se aprestaba a desembarcar en la bahía.
La División O’Higgins se reunió con el grueso del Ejército el 6 de marzo de 1818 en la localidad de San Fernando. Trece días más tarde, esta fuerza era derrotada en Cancha Rayada en las cercanías de la ciudad de Talca, produciéndose una dispersión general de las tropas patriotas y quedando O’Higgins gravemente herido en su brazo derecho, situación que lo obligó a retornar a Santiago.
Pese a lo ocurrido en Cancha Rayada, el Ejército Patriota se reagrupó nuevamente en menos de dos días en una cantidad cercana a los 4.000, logrando el general en Jefe, José de San Martín, en los días siguientes, reconstituir las unidades casi en su totalidad. Así, el 2 de abril, al dejar el campamento de Ochagavía para trasladarse a los cerrillos de Maipo, el Ejército Patriota aparecía organizado en tres divisiones con un total general de 396 Jefes y Oficiales y un poco más de cinco mil suboficiales, clases y soldados.
Por su parte, el Ejército Realista, no había cesado en su afán por consolidarse y derrotar a los patriotas, iniciando después de Cancha Rayada una insistente y agotadora persecución, la que fue resistida en los campos y ciudades, situación que fue retardando su avance hacia Santiago, dando algún tiempo a los patriotas para reorganizarse y planificar la forma de detenerlos e impedir su llegada a la capital.
Previendo esta situación y ya en Santiago, el general O’Higgins dispuso algunas medidas de importancia que ayudaran al fin propuesto, como por ejemplo recoger los fusiles y sables que Manuel Rodríguez había distribuido en el pueblo con anterioridad; apresurar el envío de armas desde Los Andes; adquirir o requisar las armas de los comerciantes y particulares de Santiago para rearmar al Ejército; reunir combatientes, especialmente de línea, entre la población y dispersos llegados desde el sur; dejar para los servicios auxiliares las milicias y organizar un campo de instrucción en Ochagavía al sur de Santiago.
Entretanto, el general Osorio, sólo después de pasar por San Fernando, a fines de marzo, confirmó que no había logrado derrotar en forma definitiva al Ejército Patriota en Cancha Rayada, y, más aún, que éste se encontraba en condiciones de presentar resistencia e incluso triunfar.
Frente a esta situación se hacía inminente un nuevo y definitivo enfrentamiento entre las fuerzas patriotas y realistas en las cercanías de Santiago.
En conocimiento ambos ejércitos de sus movimientos y número aproximado de hombres, establecieron campamentos relativamente cercanos al sur poniente de Santiago. Allí las tropas respectivas descansaron y se prepararon para el combate.
Plan organizativo
Después de la derrota de los patriotas mandados por San Martín y O´Higgins a manos de Osorio en Cancha Rayada el 19 de marzo de 1818, San Martín decidió defender Santiago, a pesar de que en la Junta de Guerra convocada el 25 de marzo hubo varios partidarios de retirarse. Al organizar la acción, no obstante su fe en la victoria, San Martín dio minuciosas indicaciones sobre cómo proceder para continuar la lucha en caso de sufrir un nuevo revés. Además, comprendiendo la importancia del factor moral en tan crítica situación, el héroe argentino se dirigió a las tropas en los siguientes términos:
“Esta batalla decidirá el destino de toda América. Es preferible sufrir una muerte digna en el campo del honor antes que encontrarla a manos de nuestros verdugos”.
José de San Martín
La idea de San Martín fue defender la capital chilena en la llanura de Maipo, 10 Km al sur de la ciudad, ocupando Loma Blanca con el río Maipo a sus pies. Organizó su orden de batalla con las tropas del general Las Heras en su ala derecha, el general Rudesindo Alvarado en el ala izquierda y una reserva al mando inmediato del coronel Hilarión Quintana y superior del propio San Martín. En total, unos 5 500 efectivos; de ellos, 4 000 de infantería, 1 200 de caballería y 300 artilleros con 21 cañones. Por su parte, las tropas realistas, envalentonadas por su última victoria, partieron de Talca, bajo el mando de Mariano Osorio, el 25 de marzo de 1818, en composición de 3 200 efectivos y 14 piezas de artillería. El 2 de abril llegaron al río Maipo.
La batalla
La acción se inició sobre las 11:00 hrs. del 5 de abril, cuando los insurgentes abrieron fuego de artillería. Los realistas intentaron flanquear a Las Heras, pero fueron rechazados. Sin embargo, el golpe principal de los monárquicos puso en aprietos a Alvarado, hasta que el propio San Martín introdujo en batalla parte de sus reservas, lo que unido al golpe de flanco asestado por Las Heras, obligó a la infantería colonialista a retirarse hacia el sur.
La infantería patriota cargó con ímpetu irresistible sobre las casas donde se guarecían y defendían los españoles. Impresionado por la violencia de la lucha, el coronel Las Heras ordenó suspender el fuego a los suyos. Los restos del Ejército Realista, refugiados en el huerto y la viña, se vieron obligados a rendirse, mientras los milicianos y huasos que habían llegado con O’Higgins perseguían a los dispersos y los capturaban al lazo.
Consecuencias
De los 4.500 realistas que participaron en la batalla 1.500 murieron; 2.289 fueron hechos prisioneros y unos 700 lograron huir. Los patriotas sufrieron más de 2 000 bajas. En este hecho de armas quedó de manifiesto la importancia del mando y el conocimiento exacto de los hombres. La disciplina militar expresada por las correctas maniobras estratégicas que precedieron la batalla, las hábiles maniobras en el campo de acción y la combinación del empleo oportuno de las armas, fueron la manifestación más clara de ello, haciendo de Maipú la primera gran batalla americana, histórica y científicamente comprobado. Allí, la Nación y el Ejército eran una sola entidad, pues los otros servicios públicos casi no existían y a la suerte de las armas estaba ligado el porvenir de la naciente patria.
Maipú afianzó en forma definitiva los notables resultados de la jornada de Chacabuco y llevó al convencimiento de los mandatarios y jefes realistas del Perú, Alto Perú y Nueva Granada, que la emancipación de la América Hispana era un hecho indiscutible e irrevocable.
Por su importancia trascendental, sólo pueden equipararse a la Batalla de Maipú, la Batalla de Boyacá, que fue su consecuencia inmediata, y la Batalla de Ayacucho que fue su consecuencia ulterior y final.
Gran participación tuvo en esta batalla la Caballería, razón por la cual todos los años, en honor a esta histórica fecha, se celebra el día del Arma de Caballería Blindada.
En aquel histórico sitio se levanta un monumento en honor “A los vencedores de Bailén”.
Maipú: Bicentenario de la Batalla que consagró a San Martín como Libertador
El “Abrazo de Maipú”, un cuadro de Pedro Subercaseaux, que ha fijado esta imagen, durante casi dos siglos, la que ha simbolizado la amistad argentino-chilena, está estampada en el billete de 5 pesos, que ahora queda en desuso. Aparte de afianzar la independencia de Chile, esta batalla es el símbolo de la cooperación entre los dos países.
Ante la furia de los patriotas, los españoles se replegaron hacia las casas de Lo Espejo. En los instantes en que las últimas tropas realistas alcanzaban las citadas casas, llegaba al campo de batalla el Libertador O’Higgins, seguido de un millar de milicianos y de algunos cadetes de la Academia Militar.
Se dirigió hacia donde se encontraba el General San Martín y, echándole al cuello su brazo izquierdo, le dijo emocionado: «¡Glorias al Salvador de Chile». EI General en Jefe respondió: «General, Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el día de hoy se presentó herido en el campo de batalla».
“Qué brutos son estos godos”. Y pronosticó: “El triunfo de este día es nuestro. El sol por testigo”.
«Puede decirse que con dificultad se ha visto un ataque más bravo, más rápido y más sostenido -decía San Martín en la relación oficial de esta batalla-; pero también puede asegurarse que jamás se vio una resistencia más vigorosa, más firme ni más tenaz».
“La Patria existe, la Patria vencerá”